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– Empatía. ESP.

Este es un concepto básico; quizás el concepto más importante de todos.
Nadie es capaz de vivir totalmente aislado del resto de seres humanos. Todo el mundo necesita, en mayor o menor medida, contacto con otros seres humanos y por lo tanto, tiene que desarrollar una serie de herramientas de comunicación y socialización, que le permitan interactuar con las otras personas, de una manera constructiva y positiva.
El sentido de esta interacción, comunicación y socialización es simplemente descubrir a las otras Personas’: ¿Qué piensan?, ¿Cómo se ven?, ¿Cómo nos ven?, ¿Qué creen que están haciendo?, ¿Con qué objetivo actúan?, etc.

Tenemos que familiarizarnos y conocer a las otras personas, para así poder integrarlas dentro de nuestro marco de posibilidades de futuro, es decir, de nuestro plan de vida y, al mismo tiempo, permitir que los otros nos integren de una manera no negativa dentro de su marco de posibilidades de futuro; su vida. El marco de posibilidades de futuro es el esquema o idea que todos nos hacemos del momento presente, para trazar nuestros objetivos de futuro. El análisis y comprensión que hacemos de nuestro momento presente y de los elementos que tenemos a nuestro alcance, y que nos ayuda a decidir cual es la siguiente acción que emprenderemos en nuestra vida y las posibilidades de éxito de esta acción.

Si no conocemos el presente, no podemos planificar el futuro. Por lo tanto, para decidir que haremos es imprescindible saber que hacen y como son los otros seres humanos que nos rodean y que son justamente quienes condicionan en gran medida nuestro presente. Las personas son parte fundamental de nuestra vida y serán parte fundamental de nuestra vida futura.

La herramienta básica que nos permiten conocer y entender todo aquello que la razón no pueden mostrarnos en los otros seres humanos es la Empatía.

La Empatía tiene dos funciones básicas.

La primera es poder ser receptores de las narraciones de los otros; de sus ‘cuentos’ e historias de los hechos. La empatía nos sensibiliza en positivo para poder participar del intento de comunicación del otro. Si se considera apropiado o necesario, este primer intercambio simbólico podrá definir un puente de comunicación entre las personas y, a través de este puente, podremos transmitir las narraciones que nos explican.

– La segunda función básica de la empatía es, desde la narración recibida,  comprender -que no implica compartir- las razones y sentimientos del otro. Esto no tiene nada que ver con sentir lo que los otros sienten o, pensar lo que los otros piensan, que es obviamente imposible. Lo que se pretende es conocer el otro, no ser el otro.

La lógica puede decirnos que todos somos iguales, pero la realidad es que el trato que damos a las otras personas no es, ni mucho menos igual. Aunque no lo queramos reconocer, la lógica a veces se muestra impotente ante las filias y fobias de una emoción secuestrada e ignorada.

Como he indicado, necesitamos conocer a las otras personas, aunque sólo sea para organizar nuestro presente. Pero si sólo escuchamos a la razón científica, no podremos conocerlas y además perderemos control sobre nuestra propia actitud, pues fuerzas a las que negamos su existencia, nos manipularán la razón y, al haberles negado la existencia, será casi imposible poder controlarlas.

Con honrosas excepciones, la inmensa mayoría de la gente, consciente o inconscientemente, tiene sensaciones de superioridad, desagrado, asco, indiferencia, incomodidad o como mínimo, diferencia, frente a otros seres humanos que ‘vemos diferentes’ y en general, más pobres. Podemos racionalizar todo lo que queramos, pero la realidad es que casi siempre, los extraños, sobre todo si son pobres, nos causan desagrado, indiferencia o miedo. Nuestro cerebro racional nos puede decir la manera lógico-racional de actuar y analizar la realidad, pero en muchos casos, y este es uno de ellos, inconscientemente no le hacemos caso.

La lógica no es, ni tiene que ser, quien determina nuestra actitud frente a las demás personas, sino las emociones. Por lo tanto, no podemos sólo racionalizar, sino que hemos de conocer. Y sobretodo, hemos de conocer a las otras personas, cuándo nuestro sentido de lo canónico y lo ordinario, es decir la estructura inconsciente en la que fundamentamos nosotros el sentido y las interacciones humanas de la sociedad, no coincide con la de los otros. En estos casos, él cómo es y cómo actúa él otro, nos es desconocido o extraño y en consecuencia con más intensidad, es necesario el poder empatizar para poder conocer.

¿Porqué es tan importante el Pensamiento Emocional?

El razonamiento científico necesita de modelos simples, reducidos a sus componentes esenciales, cerrados en un entorno definido, sin influencias externas y, que tenga un comportamiento lineal y causal; por ejemplo para analizar la piedra que cae de la torre. Pero el razonamiento científico es muy malo analizando modelos complejos, abiertos, no lineales y no causales, como por ejemplo las personas.

Por lo tanto, una persona, cuándo tiene que conocer y valorar a otra persona, decidir que hará con su vida, enamorarse, salir con los amigos, hablar, etc, si utiliza sólo el componente racional de su pensamiento, se encontrará desbordado y bloqueado. De hecho, nadie lo hace. Los humanos no somos robots y en consecuencia, la racionalidad sólo puede definir una parte de nosotros y nuestro comportamiento. La parte más compleja, la que nos convierte en un sistema abierto, la que hace que nuestro pensamiento no sea siempre lineal, ni causal, cae fuera del ámbito de la razón, simplemente porque la razón no puede simplificar suficientemente el modelo para que podamos sacar una conclusión válida y consecuentemente, ya ni lo intentamos.

La Razón no nos deja razonar

El uso del pensamiento racional exclusivamente, no sólo nos imposibilita la relación con las otras personas, además, nos imposibilita de tomar ninguna decisión. Una cosa tan simple como cruzar una calle, o decidir a qué hora comemos, puede traernos a un bloqueo total, porque no tenemos capacidad para analizar todas las variables y cosas que pueden suceder al cruzar una calle. Nuestro cerebro no sabe analizar racionalmente un sistema tan abierto y complejo como la realidad, pues no puede poner freno a la voluntad racional de buscar el límite que define el objeto de análisis y cuánto lo hace, presenta unos modelos tan simples, que son caricaturas de la realidad. Absolutamente inútiles para tomar decisiones.
Esto no quiere decir que nuestro pensamiento sea incapaz de gestionar estos modelos abiertos y complejos, al contrario, nuestro cerebro tiene herramientas muy buenas, lo único que quiero indicar, es que el método científico, el que utilizamos en el pensamiento racional, no es más apropiado para estos casos. Para gestionar modelos complejos y abiertos, funciona mucho mejor el pensamiento emocional; el cual nos define los límites, sin que necesariamente haya una razón racional para esta delimitación.

La combinación de la razón y las emociones, los dos tipos de pensamiento con todas sus inteligencias bien equilibradas, como hilos trenzados en una sola cuerda, es lo que nos permite interactuar con las otras personas; encontrar pareja, tener hijos, mantener los amigos, interactuar con otros humanos, gestionar la familia, y también tomar decisiones en esta vida, en un lapso de tiempo coherente con nuestra naturaleza humana.
Pero por una serie de motivos, a la razón emocional, no se le han dado la misma importancia que a la razón instrumental o científica. Al pensamiento emocional, se le ha confinado al ámbito de lo personal, privado e intransferible y, por lo tanto, se le ha catalogado como un tipo de pensamiento no válido para ser educado, compartido ni utilizado fuera del ámbito de la cultura interior de cada persona.
Se nos ha educado para que el individuo no deje que la razón emocional intervenga en su Cultura Exterior y se limite a las decisiones que afectan únicamente a la propia Cultura Interior.

Obviamente, esto se imposible, y por lo tanto, dependiendo de las personas, el individuo que separa la cultura interior de la exterior; esa membrana que es más o menos porosa, permitirá que la razón emocional trabaje, más o menos conjuntamente, con la razón instrumental en la toma de decisiones que afectan a la Cultura Exterior. Pero siempre de una manera oculta, intransferible y a poder ser, maquillada por la razón instrumental. (Más información sobre las culturas exterior e interior en El Individuo). La emoción es algo privado y oculto.

Des-Humanizando

No intentamos examinar nuestro componente emocional. Le negamos la existencia y por lo tanto, puesto que el comportamiento es racional, buscamos los atributos racionales que nos provocan esas emociones.  En vez de ver a la persona como a un igual, tan complejo como nosotros mismos, lo cosificamos y paramos en el tiempo, para determinar atributos objetivos y aislarlos o eliminarlos. De hecho, eliminamos de los otros seres humanos, aquellos atributos racionales que nos los harían más humanos. La des-humanización racional de los sujetos, facilita que entonces, racionalmente, podamos discriminar y diferenciarnos más de esas personas. La razón se convierte en algo puramente instrumental. Arranca así un peligroso ciclo que separa cada vez más unas personas de las otras y, dificulta que podamos establecer puentes de comunicación entre las personas, pues los vemos diferentes y no los entendemos.
Cuánto más pareciendo es un ser humano a otro y, cuanto más lo conocemos, más empatizamos con él. Cuánto más diferente y más desconocido, menos empatizamos con él. Por lo tanto, tenemos que comunicar con las otras personas para poder conocer y ser re-conocidos.

Conocer al prójimo, sobre todo cuándo no es tan próximo, no es una cuestión de razones sino de emociones. La parte teórico racional ya la tenemos muy bien modelada, ahora lo que hace falta es ponerle los sentimientos. No tenemos que racionalizar más, sino entender que sentimos, como lo sentimos y porque lo sentimos y que siente, como lo siente y porque lo siente las otras personas

Hay pero, una objeción que se me hace a este punto, y es que hay personas que sencillamente, no tienen interés en conocer a las otras personas y por lo tanto, tampoco tienen ningún interés en comunicarse con ellas. Esto no quiere decir que no tengan preocupación y que no deseen que todo el mundo pueda vivir lo mejor posible, simplemente prefieren centrarse o dedicarse a sus cosas, amigos y familia.

A mí que no me molesten

A pesar de que subscribo la frase de Martin *Luter King que dice: “Nuestra generación tendrá que arrepentirse no tanto de las odiosas palabras y acciones de la gente mala, como del clamoroso silencio de la buena gente”. Entiendo que el aislamiento, el no querer comunicar, es una postura perfectamente válida y muy extendida. A pesar de que quienes la practican, no son conscientes de los riesgos que asumen; que son muchos.
Toda conducta, y no sólo el habla, es comunicación y, toda comunicación afecta a la conducta. Por lo tanto, nuestra conducta cuándo niega la comunicación, condiciona la conducta del receptor.

Participamos cuando hablamos y cuando callamos. Participamos cuando estamos presentes en la relación con el otro, y cuando  la ausencia se hace presente. Incluso nuestro contexto y entorno, nuestra cultura exterior, desde el momento en que es conocida y por lo tanto, invade la cultura exterior del otro, es comunicación, y afecta a la conducta del receptor.
Cuánto alguien dice que no quiere conocer y no quiere comunicarse, está comunicando mucho a los receptores. En occidente, las personas no pueden dejar de comunicar, simplemente dejan de controlar que comunican. Un habitante de una tribu del amazonas puede optar por no comunicar, al igual que un habitante de un pequeño pueblo de Mongolia o un esquimal pues su Cultura Exterior no invade nuestra Cultura Exterior y tiene un alcance muy local. Pero en el caso de los Europeos, nuestro universo cultural exterior se extiende a casi todo el planeta y, por lo tanto, es imposible no comunicar. Simplemente por el hecho de ser occidental nuestra responsabilidad es mucho mayor.

No quiero saber nada del mundo

En todo caso, cómo he comentado anteriormente, lo que si que se puede hacer es desentenderse del resultado de la comunicación. Aunque no sea tan explicito, es bastante habitual el siguiente tipo de razonamiento:
“De acuerdo. Sé que hay otras personas y sé que no puedo evitar comunicar con ellos. Pero la verdad es que ahora no me puedo preocupar por ellos o, tengo otros intereses o, me importa un pepino el que mi comunicación les transmita o deje de transmitir o, como mi comunicación afecte a su conducta.”
De hecho, esta manera de pensar está muy extendida y es incluso representativa de un tipo de mentalidad conservadora, que ve la vida en sociedad como “la lucha en la selva” en la que sólo tienes que preocuparte por tu propio interés y, cuando este tema esté solucionado, puedes dedicar parte de tu esfuerzo a la caridad con los otros.

Pero que esta actitud sea común e incluso normal, no evita que tenga dos graves inconvenientes:

1 – Sólo es válida si eres la parte más débil en la comunicación.
No es lo mismo que un rico pasee su opulencia frente ante los pobres y diga ‘me da igual lo que pensáis, pues no quiero saber nada de vosotros’ que no un pobre pasee su hambre frente a los ricos y diga ‘me da igual lo que pensáis, pues no quiero saber nada de vosotros’.

El mundo occidental pasea su opulencia continuamente ante el resto del planeta y, si encima dice, ‘me da igual lo que pensáis, pues no quiero saber nada de vosotros’ tiene muchos números de encontrarse con problemas, porque al resto de la gente con la que compartimos planeta, no les da igual nuestra opulencia. Si encima nos negamos a comunicarnos con ellos y ver lo que estamos generando, no hacemos más que aumentar el problema.

2 – El grupo genera desconfianza.
Son muchos los estudios y, muchos más los ejemplos que todos tenemos en la cabeza, de que los grupos organizados generan desconfianza frente a las personas individuales.

Si un grupo, llamémosle Grupo A, por la razón que sea consigue un avance que le da un mejor acceso a los recursos, el resto le mirará con suspicacia y envidiara su éxito. Pero si el Grupo A además no permite nuevas incorporaciones, se rodea de secretismo y corta toda comunicación con las personas ajenas al Grupo A; la desconfianza y agresividad de los individuos ajenos al Grupo A aumentará y es muy posible que intenten organizar, como reacción defensiva y salvaguarda de los recursos, un ataque al Grupo A. Desde el Grupo A, se verá a  los otros como un peligro, pues son conscientes de que los otros envidian su éxito y quieren formar parte del grupo o eliminarles.

Cuando los otros, consiguen organizarse frente al Grupo A y formar un nuevo Grupo B, entre ambos grupos se declara un estado de guerra latente, marcada por la reticencia a comprender las necesidades de uno u otro grupo y el criticismo frente a cualquier actitud del grupo contrario, que se acentúa a medida que ambos grupos compiten por los mismos recursos y estos van menguando. Sólo una buena comunicación transparente y abierta a la crítica puede permitir que ambos grupos entiendan las necesidades de cada grupo y cooperen en lugar de competir. Si no hay comunicación, es imposible conocer y por lo tanto comprender y cooperar. Sin comunicación la única solución es la lucha por la primacía pues Grupo A y Grupo B se verán siempre como enemigos en lucha por unos mismos recursos y los elementos individuales tendrán como únicos objetivos para mejorar su posición, entrar en Grupo A o si no es posible, entrar en Grupo B para destruir a Grupo A.

Los Europeos, por nuestra privilegiada posición socio-económica y nuestro éxito en la explotación de los recursos compartidos, nos hemos convertido en Grupo A.
Cuándo como occidentales optamos por “no querer conocer”; no podemos evitar comunicar esta actitud y, automáticamente engendramos la desconfianza en los otros y nos convertimos en el enemigo de los que son o se sienten más desfavorecidos. No hay comunicación, no hay comprensión. No hay comprensión, no hay diferencias. No hay diferencias, todo el Grupo A es igual. Si todo el Grupo A es igual, la actitud del grupo es la actitud de todos sus componentes y es lícito atacar a cualquiera de sus componentes. Desde el Grupo B se lucha contra el Grupo A y contra sus componentes indistintamente.

Por lo tanto solo hay dos opciones. O se aísla al Grupo A del Grupo B y del resto del mundo o se lucha por la primacía y el acceso a los recursos. El Grupo A siempre es minoritario frente a todos los otros, por lo que su lucha nunca puede ser ganada definitivamente. Su existencia y el no comunicar facilita que cualquiera con ansias de poder, capitalice el sentimiento latente de lucha y agrupe a los descontentos en contra del Grupo A y surjan así siempre Grupos B,C,D cuyo objetivo, por pura supervivencia sea destruir a Grupo A y miles de individuos que deseen pertenecer a Grupo A para disfrutar de su éxito.
Europa puede optar por ‘pasar’ del tercer mundo, pero el tercer mundo no puede pasar de occidente por que ellos son el grupo débil pero numeroso y nosotros somos su Grupo A. La imagen que transmitimos-comunicamos de grupo privilegiado es un llamamiento constante a la emigración y, nuestra actitud no comunicativa y de grupo cerrado, privilegiado y exclusivo, es una excusa constante para justificar el ataque contra nosotros. Puesto que somos la causa, no podemos ser tan inconscientes como para no intentar controlar y conocer como lo provocamos y como lo podemos arreglar. Ganar jugando como lo hemos hecho hasta ahora, utilizando el pensamiento racional y negando el pensamiento emocional y la posibilidad de conocer a los otros es imposible.

Si nuestra actitud no abre puentes de comunicación que nos ayuden a conocer y a ser conocidos; como grupo privilegiado que somos y con nuestra conducta, estaremos participando en la creación del sistema moral de los otros, pero sin ejercer ningún tipo de control, ni tener ningún tipo de feedback de lo que estamos generando. Avanzaremos felizmente en la inconsciencia, hasta que el feedback sea directamente una bomba en nuestro autobús.  Para los otros, somos el enemigo o, la catapulta para mejorar su nivel de vida. Un día saldremos a la calle y, veremos que somos minoría. Que estamos rodeados de inmigrantes y  nos encontraremos con múltiples amenazas terroristas. No entenderemos porque nos amenazan, ni porque nos invaden, pues pensaremos que nosotros no les hemos hecho nada.

El universo cultural exterior de los europeos se extiende a casi todo el planeta y, por lo tanto, es imposible no comunicar. Simplemente por el hecho de ser occidental nuestra responsabilidad es mucho mayor. La empatía y la razón, nos permiten conocer y ser conocidos y, evitar ser vistos como el enemigo o como el paraíso.

A modo de conclusión.
La Empatía es un tema que afecta todos los aspectos de nuestra vida, desde los más emocionales, a los más prácticos como la economía, la relación con las empresas y la política, porque nos ayuda a modular y mantener las relaciones entre las personas similares y con las personas que tienen un sentido de lo canónico y de lo ordinario diferente del nuestro.

Crear un entorno no problemático y de conocimiento compartido en la sociedad, es el primer paso para poder generar una economía de mercado sana, con un sistema legislativo útil y unas políticas sólidas y compartidas por todos.

Todos nacemos con la estructura básica de unos principios morales universales, pero nuestra conciencia moral se configura mediante la relación que tenemos unos con los otros, las normas sociales y la influencia de los grupos en que participamos voluntaria o involuntariamente. Partiendo de esta base, la experiencia comunicativa y el entorno cultural en el cual un individuo se ha desarrollado, hará que adquiera su propio sistema moral.

Si tenemos presente que la cultura exterior de cada persona se extiende más allá de su piel y es participada por otras personas; en la medida en que pueda haber una comunicación entre los dos individuos-universo, todos somos experiencia comunicativa y entorno cultural de otros individuos-universo y por lo tanto, la causa del sistema moral de los otros es, en parte, nuestra conducta y lo que comunicamos.

Cuándo somos capaces de Empatizar, combinamos el pensamiento racional y el emocional para integrar el hecho dentro de nuestra cultura, y poder así buscar la mejor solución de una manera interactiva y eficiente. No convertimos al otro en un objeto sino que lo tratamos como una persona tan compleja y real como nosotros. Recibimos su narración y aumentamos nuestro conocimiento mutuo, para poder trabajar conjuntamente en una mejor solución a los problemas.

No tenemos que hacer algunas cosas ‘por cojones’ o ‘por amor’ o por que ‘nos da pena’ y otras cosas por interés económico, lógico o político. Las dos razones trabajan conjuntamente para construir nuestro pensamiento. Un pensamiento que nos permite actuar proporcionalmente, viendo a cada persona como el individuo-universo que es y por lo tanto, parte de todos nosotros.

Cuándo no empatizamos, situamos al otro fuera de nuestro ámbito privado y personal, lo posicionamos como un elemento del universo de la cultura exterior; el espacio que nos han enseñado que pertenece sólo a la razón instrumental. Por lo tanto, ya no utilizamos los sentimientos, sino que utilizamos otras inteligencias: la lógica económica, la política, la geo-estrategia y todas las herramientas que la razón instrumental nos proporciona para cosificar, es a decir, convertir en objeto, el receptor de nuestra atención. Ya no es una persona como nosotros; es un objeto apto para el análisis racional; si es que tenemos ganas de analizarlo, sino simplemente no nos preocupamos más y nos olvidamos del problema… hasta que el problema nos llama a la puerta de casa y no precisamente de buen humor.

El bien de todos es igual de importante

Por último, si consideramos a todas las personas iguales y realmente las sentimos como iguales, necesariamente también tenemos que concluir que el bien de cualquier persona, no tiene más importancia que el bien de cualquier otro. Por lo tanto, en nuestra actuación, siempre tenemos que ser capaces de ponernos en la posición de los otros; de quienes se ven afectados por nuestra acción, para considerar sus intereses, sin que esto dependa de cómo sean los otros, de donde sean los otros o de sus aptitudes.