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Viene del documento: Proemio
Cuando las personas crean una institución para gestionar algún aspecto de sus relaciones sociales, lo que hacen es crear un intermediario virtual que actúa de filtro entre las personas y que amplifica las posibilidades y capacidades del grupo.
Detengámonos en estos dos conceptos: «Actuar como filtro» y «Amplificar las capacidades del grupo«.
Actuar como un filtro.
Las personas obtenemos conocimiento de las otras personas comunicándonos con ellas. Al comunicarnos con otra persona, recibimos muchos tipos de información por diferentes canales, pero básicamente los datos de todos estos canales los podemos agrupar en dos tipos de información: emocional y racional. Nuestro cerebro procesa estos dos tipos de información y extrae un conocimiento que utilizamos para planificar y coordinar la relación con las otras personas. Cuanta más y mejor información consigamos en ambos canales, mejor conocimiento obtendremos de la otra persona, más precisa será nuestra planificación y organización y más fuertes serán los opcionales vínculos de confianza que decidamos establecer. Si un canal nos falla, el conocimiento que obtendremos será parcial y las previsiones que podremos hacer con ese conocimiento tendrán una posibilidad de ser erroneas mucho más alta.
Las instituciones surgen de las emociones y la razón pero una vez formalizadas son un ente puramente racional, por lo que en muchos casos no deben actuar sin la compensación de un canal emocional pues errarán en sus previsiones. Es decir, serán útiles para planificar todo lo que requiera un conocimiento instrumental. Se equivocarán si pretenden planificar lo que requiera un conocimiento emocional. Fallarán a veces en lo que requiera un conocimiento conjunto de los dos canales.
Un ejemplo: el matrimonio. Es difícil compartir y racionalizar él como una persona ama a su pareja, es un tema emocional. Pero no es difícil explicar que es la institución del matrimonio pues es una construcción racional. Los dos son vínculos que unen a una pareja y condicionan la conducta pero son complementarios, tienen funciones diferentes y se gestionan de manera diferente; de hecho no requieren uno del otro, ni uno explica completamente el otro. Uno puede estar casado sin amar y convivir en pareja muy enamorado sin estar casado.
El matrimonio, como institución que es, es un convenio instrumental para indicar al resto de personas del grupo que dos personas se quieren y han optado por hacer una familia, sin que sea necesario conocer bien a aquellas dos personas. La institución del matrimonio permite valorar unos datos y articular toda una serie de medidas instrumentales. Sirve por lo tanto para gestionar un aspecto de la relación en sociedad definiendo límites y poniendo unas etiquetas. De hecho, lo que hace la institución es facilitar la gestión y almacenar el conocimiento que se genera en una organización. Las instituciones son la Internet pre-digital.
Pero, como hemos indicado anteriormente, con su uso perdemos el conocimiento del otro canal, la inteligencia emocional sobre las otras personas. Las instituciones nos informan, cierto, pero de la misma manera que mirar un DNI informa acerca de la persona. Sacrificamos horas de conocimiento emocional por segundos de conocimiento racional. Y esto no es malo pues aumenta la eficiencia de la organización, pero siempre siendo conscientes de que se dispone de un conocimiento sesgado e incompleto.
Por ejemplo, si quieres cobrar impuestos a las personas que están casadas, el conocimiento que la institución del matrimonio te aporta es suficiente. Si quieres saber si una pareja que vive conjuntamente está enamorada, mirarte su certificado de matrimonio no te aporta nada.
Como creaciones de la razón que son podemos considerar a las instituciones herramientas instrumentales y a su uso, un derivado de la inteligencia o razón instrumental. La inteligencia instrumental facilita herramientas para que los grupos evolucionen hacia organizaciones más complejas pero aumenta el desconocimiento emocional que las personas tienen unas de otras pues actúa como un filtro polarizador que no deja ver otro conocimiento de la realidad que no sea el conocimiento racional.
¿Y que ocurre si observamos toda la realidad social únicamente con este filtro polarizador que son las instituciones? Pues que no obtenemos un conocimiento real y completo, unicamente obtenemos un conocimiento racional. Sin conocimiento de las realidades y motivaciones emocionales de un grupo y sus vínculos, aumenta la desconfianza. Y sin confianza ninguna sociedad puede funcionar.
Si utilizamos pocas instituciones y en grupos reducidos, la pequeña pérdida del conocimiento emocional que el filtro de las instituciones necesariamente produce se ve sobradamente compensada por las ventajas que las instituciones ofrecen en la gestión del grupo. Pero cuando todas nuestras relaciones dependen de las instituciones, entonces entramos en un entorno donde la razón instrumental lo domina todo. El filtro institucional es tan grueso y polarizado que ya no vemos a las personas, vemos números, datos, recursos. Y puesto que no las vemos, no podemos conocerlas ni apreciarlas. Es una sociedad des-humanizada. Una sociedad donde la persona, es visible solo si es una institución y las emociones no tienen cabida si no pueden cuantificarse.
Amplificar las capacidades del grupo
Como hemos comentado anteriormente, somos personas porque tenemos una cultura y tenemos una cultura porque hemos creado instituciones. Puesto que es una relación que se retro-alimenta podemos indicar que las instituciones que tenemos determinan la cultura en que vivimos y la cultura en que se vive condiciona como son las personas. Personas e instituciones son elementos que viven en un proceso de feed-back continuo en una cultura determinada. En consecuencia, cualquier cambio en alguno de los tres elementos, afecta a los otros dos elementos o como mínimo provoca desajustes.
Analizando la evolución de esta triple relación a lo largo de la historia de la humanidad hemos visto que cada gran cambio en la evolución de las sociedades ha venido dado por la aparición de una nueva generación de instituciones. Esta nueva generación ha condicionado como era aquella sociedad y aquellas personas. Cuando las personas o la cultura han cambiado, se ha forzado un cambio institucional y este cambio a su vez ha revolucionado la cultura facilitando que emergieran nuevas personas, con nuevas instituciones, que no tenían nada que ver con las anteriores. Un cazador paleolítico, un artesano egipcio del siglo X aC, una campesina occitana del IX, un soldado veneciano del siglo XV, una hiladora inglesa del siglo XVIII y una joven californiana del XXI son personas que no sólo están separadas por una escala temporal. Entre ellas hay cambios culturales tan grandes que hacen prácticamente imposible la comprensión del discurso de una cultura por el discurso de otra.
La aparición de una nueva generación de instituciones no implica la desaparición de todas las anteriores pues las nuevas instituciones aparecen para solucionar nuevos problemas y nuevas necesidades que las anteriores instituciones no podían gestionar y esto no implica necesariamente la desaparición de los antiguos problemas y sus instituciones. Lo que si que cambia es el tipo de institución dominante en la sociedad y por tanto, la cultura y las personas.
El análisis de la evolución de las instituciones nos ha permitido determinar diferentes etapas evolutivas que han dado origen a cuatro generaciones de instituciones claramente diferenciadas. En el tránsito del dominio de una generación institucional a la otra se han producido graves crisis ya sea cuando la transición era positiva por ejemplo con la aparición del tercer grado institucional y la revolución industrial, o negativa como con el descenso al segundo o primer nivel institucional tras la «caída de Roma».
Actualmente estamos de nuevo en un periodo de crisis. Es el final de la época de las instituciones de tercer grado y la aparición de las instituciones de cuarto grado. (Para ampliar la información puedes leer el artículo «Society and Person«)
Las instituciones de tercer grado, llamadas Meta-Instituciones, nos han permitido gestionar sociedades grandes y complejas como la nuestra, pero a cambio de cederles el control de nuestra sociedad. Y puesto que las instituciones son únicamente razón instrumental, al dirigir ellas la sociedad se ha perdido toda capacidad de actuación basada en la empatía y el conocimiento emocional, el cual como hemos comentado es una parte imprescindible de la manera que tienen las personas de conocerse y coordinarse. Hoy en día, por defecto, lo único que mueve nuestra sociedad es el beneficio de las Meta-Instituciones: el sistema monetario o financiero, los Estados Nación, los acuerdos internacionales, los partidos políticos, los organismos globales, las multinacionales, etc. En este mundo de meta-instituciones, la persona individual no tiene lugar, es una molestia que debe sacrificarse por el bien del país, la solvencia de la empresa, el respeto a los acuerdos internacionales, la estabilidad de los mercados, la garantía de las leyes, el sistema de crédito bancario, etc.
Tan sólo en casos excepcionales, algunas personas pueden tomar temporalmente el control de las instituciones y revertir estas situaciones frente a causas manifiestamente injustas y que sobretodo no tengan consecuencias para la supervivencia de las Meta-Instituciones. Son muy pocos estos casos y en general se utilizan para pretender que las personas todavía son más importantes que algunas instituciones. Es política al estilo Gatopardo.
Conclusión
En la Europa de las Meta-Instituciones las personas vivimos dentro de una burbuja institucional que nos «protege» de nuestro entorno. Leyes, normas, derechos, deberes, tasas, comisiones, obligaciones, prohibiciones, etc. nos arropan. Vivimos tan controlados que no nos atrevemos a hacer nada si no hay una normativa municipal o estatal que lo autorice, unos abogados o técnicos que lo gestionen y un seguro que nos proteja.
Si alguien se atreve a emprender cualquier iniciativa personal, rápidamente las instituciones nacionales y europeas le obligarán a institucionalizarse, es decir, a someterse a normativas, a pagar tasas, a aplicar regulaciones, contratar seguros, pagar técnicos que lo supervisen, etc, etc hasta que la iniciativa personal se hunda o se convierta en otro institución parasitaria e inmóvil.
En esta explicación estoy antropomorfizando la actitud de las instituciones y esto puede conducir a error. Las Instituciones no son seres humanos y por lo tanto, para lo bueno y para lo malo, no tienen sentimientos. No es que exista ningún tipo de conspiración del poder o confabulación de las élites para controlar a los ciudadanos europeos la verdad es más aburrida; en Europa todo debe estar fiscalizado porque facilita el trabajo de las instituciones. Nada más. Y para que el control y la supervisión se pueda realizar sin problemas el sujeto de análisis debe estar inmóvil o adoptar un movimiento predecible pues el cambio y la aleatoriedad son difíciles de monitorizar. Lo que no puede ser fiscalizado, como las emociones, encierra un potencial peligro para las meta-instituciones pues implica un conocimiento que ellas no tienen. La creatividad, las relaciones de confianza, los valores y la iniciativa individual son vistos como un peligro si no se pueden institucionalizar, fijar, controlar.
En consecuencia, si queremos tener una sociedad sin miedo a actuar libremente y dinámica donde los valores, la libertad y la vida de las personas sea importante y vuelvan a establecerse vínculos de confianza entre las personas debemos recuperar el control de nuestra sociedad. Debemos ser capaces de combinar el poder de las instituciones con la libertad y las emociones de los humanos. Combinar lo mejor de nuestra capacidad racional con lo mejor de nuestra capacidad emocional, para vivir un poco mejor en un mundo un poco más justo. Este es el objetivo central de nuestra política y queremos hacerlo sin dogmatismos y con absoluto respeto por la vida humana.
Para conseguir este objetivo, las personas han de dirigir y controlar la actuación de las instituciones. Lo que es importante en nuestra sociedad son las personas y sus relaciones, no las instituciones. Pero esto no es sencillo de aplicar. Hemos creado unas meta-instituciones tan poderosos que son prácticamente imposibles de controlar. Excepto con las instituciones de cuarto grado. La siguiente generación de instituciones.
Las instituciones de cuarto grado son peligrosas pero pueden ser en gran parte la solución a nuestros problemas. (En “Society and Person” hemos detallado los problemas que tendremos que afrontar).
Las propuestas políticas que se tratarán en los próximos capítulos se centrarán en:
- Definir exactamente cada grado institucional.
- Cómo reducir la esfera institucional que nos rodea
- Como limitar el poder de las instituciones
- Cómo potenciar los vínculos de confianza en la sociedad
- Como potenciar el uso de las Instituciones de 4 º
- Actualizar la posición de la persona en la sociedad