Por tu culpa
Cuando los demás nos fallan, siempre hay una parte de culpa nuestra. Quizás no hemos estado suficientemente atentos a nuestro entorno, no hemos sabido conocer, ver y entender para poder preveer lo que ocurría.
La razón de este error de apreciación nuestro, no tenemos que buscarla sólo en el exterior, nuestro interior merece como mínimo la misma atención. Nuestra cultura interior condiciona nuestra cultura exterior y la manera en que el individuo modula la interacción entre las dos, es lo que nos caracteriza como personas. Lo que ocurre en nuestro interior y lo que ocurre en nuestro exterior, está muy sincronizado y por lo tanto, uno es reflejo del otro. Tu actitud y lo que pretendes ser, creará tu entorno y, tu entorno creará lo que tu eres y lo que pretendes ser. Adaptando un poco la frase de Rubén Blades “Si vas de martillo, te lloverán los clavos”.
La política
¿Y qué tiene esto que ver con la política?
Si fundamentamos una política basada en Las Personas, en La Empatía para conocer a las personas y en la Acción Proporcional para actuar adecuadamente con cada situación y con cada persona, nos vemos obligados a confiar en la actuación de la Administración del Estado, porque no hay una medida igual para todo el mundo. Yo no puedo medir la actuación, correcta o no, del gobierno, en función de la comparación que realizo con las otras personas pues cada persona es un caso único y requiere una actuación única. Todos los ciudadanos hemos de ser tratados igual pero no del mismo modo; uniformemente.
Puesto que ya no hay una vara universal para medir, no puedo yo conocer si la Administración del Estado me está tratando a mi de una manera justa o injusta, comparado con los otros ciudadanos. Tengo que confiar en la honestidad de quien decide el trato a cada ciudadano y, asumir que está actuando de la manera más justa. Esto requiere mucha confianza en la Administración del Estado.
¿Es factible tener esta confianza en la administración del estado? Actualmente no. El estado, sus instituciones, los partidos y sus políticos no generan ninguna confianza.
Seguro que hay casos muy honorables pero, hablando de un modo genérico, la Administración del Estado, las instituciones, los partidos y los políticos solo miran por su propio interés y su pervivencia.
El problema es que todos estos elementos, también forman parte de nuestra cultura exterior y, por lo tanto, de nuestra propia persona. Un estado corrupto e ineficiente también condiciona mi persona, mi interior, mi forma de adquirir conocimiento sobre el entorno y la manera en que yo interactúo en el espació intersubjetivo. Un mal gobierno de la nación, corrupto, abusivo e ineficiente me afecta exterior e interiormente y condiciona por lo tanto mi visión de las otras personas, de la sociedad, del mundo y en consecuencia, mi derecho a tener una buena calidad de vida y ser feliz.
Vivir en la desconfianza
¿Podemos seguir viviendo en Europa en un entorno marcado por la desconfianza?. ¿Viendo a la Administración del Estado como si fuese el enemigo?. ¿Buscando en cada acción y decisión del Gobierno, a quien beneficia y como puedo aprovecharme yo?. ¿Creyendo que cada persona que consigue una plaza de poder o, un gran contrato es porque ha sabido aprovecharse mejor o, tiene amigos mejor situados?. ¿Pensando que la única manera de triunfar es ser listo, desconfiado y corrupto?
La verdad es que si que podemos, es lo que hacemos cada día. Pero no es ni sano, ni la mejor manera de actuar, ni por supuesto lo que yo quiero dejar como herencia a las personas que vendrán después de mi; mis hijos.
El Estado ha de dejar de ser visto como el enemigo y pasar a ser el aliado. Los individuos validamos una Administración del Estado para que haga por nosotros lo que nosotros individualmente no podemos hacer. No para que sea nuestro enemigo. Hemos de vivir en un entorno socio-político basado en la confianza-consciente y para que la confianza sea consciente, hemos de ser todos mucho más transparentes y gestionar mucho mejor la información y conocimiento que del otro tenemos. Hemos de aplicar las pautas de la confianza consciente antes mencionadas, a nuestra relación con el Estado y, el Estado las ha de aplicar a su relación con nosotros.
Urge por lo tanto desmontar la actual estructura de los estados nación, sus instituciones y partidos políticos, para crear unos partidos políticos en quienes podamos confiar, una administración que pueda ser juzgada y permita la confianza-consciente y un estado en el que confiemos, cuando con su actuación nos represente frente a los otros países, cuando tenga que actuar en temas internacionales o sobretodo, cuando tenga que gestionar el conocimiento al que las personas individualmente no podemos acceder.
Partidos
Tener confianza en los partidos implica que los partidos no tengan acceso directo al poder, pues ellos no pueden ser parte y juez. Su actuación, para que no sea parcial, requiere que se reduzca al máximo su contacto con el poder y, que un buen sistema de equilibrios, permita controlar las apropiaciones e influencias de poder.
El partido piensa pero no gobierna y la victoria en las elecciones, es proporcional al tiempo en el poder. En cada elección, la proporción de votos a conseguir para obtener la victoria se incrementa en función del tiempo que ese partido lleve en el poder. Y el partido que gana las elecciones, no puede participar en la acción de gobierno; tiene que elegir a las personas que, sin formar parte del partido, llevarán la gestión del país. Simplemente como metáfora, el partido actúa como el consejo de dirección de una empresa. Es cierto que sigue teniendo mucho poder, mucha información privilegiada y participa de los beneficios, pero no es quien gestiona el país y se añade por lo tanto un filtro entre la gestión y la ideología.
De este modo se facilita el depositar la confianza en la actuación de unas personas, pues el interés de esos políticos es encontrar los mejores gestores; las personas de más confianza. Su posición, la de los políticos, depende de los resultados de los gestores por ellos seleccionados, pues se les juzgará no por lo que ellos hagan, sino por el acierto en la elección de las personas en quien han confiado. Los políticos tienen que ser unos profesionales de la política; no de la gestión.
Administración
La administración del Estado tiene como objetivo cuidar y ayudar a los ciudadanos. Los ciudadanos nos unimos para gestionar mejor los recursos y ayudarnos o crear instituciones que nos ayuden, en caso de necesidad. Para llevar a cabo esta tarea, la Administración del Estado se encarga de gestionar las directrices políticas, el funcionamiento del país y el de su propio aparato.
Para poder tener confianza en la actuación de la administración, esta no puede ser vista como un poder en si misma, que se centra en las tareas que tiene que hacer (gestión y administración) y se olvida de su objetivo; repartir los recursos y ayudar a los ciudadanos. La Administración del Estado no puede ser tan poderosa y grande, que su propia gestión y mantenimiento, la convierta en el ente que más recursos absorbe del Estado. Si es así, se separa del ciudadano, no le puede prestar sus servicios y se convierte en un problema o incluso un enemigo para los ciudadanos.
La Administración del Estado, tiene que tener una estructura pequeña, ágil, transparente y muy cercana al ciudadano y además ser capaz de hacer partícipe al ciudadano de su actuación si así lo desea el ciudadano. Una administración pequeña y ágil implica una fuerte digitalización de su funcionamiento y, la participación de los ciudadanos, pues lo que la administración no haga, obviamente lo tendrán que hacer los ciudadanos a través del trabajo voluntario. Esto no significa que todos tengamos que convertirnos en trabajadores ‘voluntarios-obligados-gratuitos’ de la administración, sino que la administración tiene que estar adaptada para trabajar con personas que prefieren participar con su trabajo voluntario en lugar de pagar y, personas que prefieren pagar, en vez de participar como voluntarios.
La Administración sobretodo tiene que llegar desde arriba, a donde la sociedad, desde abajo, no puede llegar. Podríamos imaginarlo como un esfera que nos protege y que puede ir extendiendo y afinando una extensión, hasta hacerla coincidir, si es necesario, con un sólo individuo de la sociedad, que requiera de su ayuda. Por su parte, los ciudadanos tienen que agruparse y coordinarse para mejorar la sociedad en la que viven, sin esperar que la Administración se encargue de todo. La Administración es un aliado, no un ‘papa’.
Además de tener una estructura pequeña, es imprescindible que sea accesible y transparente.
Para poder aplicar las pautas antes mencionadas de la ‘confianza-consciente’ el ciudadano ha de poder acceder a la información que necesita y valorar la calidad de ese acceso. No se puede confiar en alguien que se esconde y no facilita información. Esto implica además un sistema de premio y penalización, para castigar a la Administración cuando traicione la confianza que los ciudadanos en ella han depositado, al ocultar sus motivos, intenciones o información relevante y, premio cuando responda y sus motivos sean claros y transparentes.
Un sistema de premio y penalización es importante porque la Administración del Estado, incluso si se reduce su estructura, es enorme y, raramente se puede disponer de información a priori de la calidad de su funcionamiento, antes de tener que interactuar con ella. Yo no puedo actuar con la misma confianza-consciente frente a una u otra institución, si no dispongo de ninguna información antes de tener que relacionarme con esa institución. La administración juzga y valora a los ciudadanos para los temas que le interesan. Los ciudadanos también han de poder hacer esto y su valoración ha de tener consecuencias.
No es lícito que la Administración utilice las herramientas del sXXI para conocer y controlar a los ciudadanos, pero los ciudadanos solo puedan utilizar las herramientas del sXIX para conocer y controlar a la Administración.
Todos vivimos en sociedad, por lo tanto, solo somos verdaderamente autónomos, si estamos dispuestos a poner nuestra autonomía, con plena confianza, al servicio de la comunidad que la hace posible. Y sólo podemos tener esta confianza en la administración que gestiona nuestra comunidad, cuando podemos conocer lo que hace y porque lo hace.
El Estado
El Estado es la idea directriz que justifica y conforma el propio Estado. O lo que es lo mismo, el Estado es ante todo, una idea-de-país, representativa de un grupo más o menos grande de ciudadanos, en lucha con todas las otras ideas de país que la idea directriz ha generado por su propia definición.
Por lo tanto, como concepto que es, en la definición del Estado, participamos cuando hablamos y cuando callamos porque, o bien presionamos a favor de una idea o bien, por pasiva, admitimos la dominante. El Estado es parte de mi entorno y en consecuencia, lo que sucede, ocurre y acontece en el Estado del que formo parte, en alguna medida tiene que ver con lo que yo hago. En los problemas colectivos del Estado se encuentra involucrada en mayor o menor medida mi acción como persona, del mismo modo que en los problemas de mi cultura exterior se encuentra involucrada mi acción como individuo.
Desear un estado donde se pueda mantener una relación de confianza-consciente, y que el Estado aplique este tipo de relación en sus políticas, implica ante todo, actuar desde el propio individuo. Soy yo quien tengo que cambiar y aceptar como valida e importante esta relación. Sólo desde mi cambio, puedo empezar a gestar una nueva idea que se enfrente a la idea directriz; sólo una idea puede entrar en la lucha y solo cuando esta idea, en su lucha adquiere poder puede conformar un país o derrocar la idea directriz.
Con esto quiero decir que la confianza-consciente no es una idea política para Europa, sino una actitud individual dentro de Europa. Desde el individuo, y los grupos de individuos, tiene que crecer a las pequeñas organizaciones, la administración local y las empresas, e ir extendiéndose y modificando su entorno, para de este modo, ir creando una nueva idea de país basada en la confianza-consciente; en el valor de la palabra dada; en la confianza y el conocimiento del otro y poder enfrentarse a las ideas de país basadas en el engaño, el miedo, la ocultación y la desconfianza que ahora imperan en Europa.