Instituciones, pre-juicios, cultura, palabra, comunicación
La escena
Estamos en el año 140.000 aC.
Un poco al sur de los hielos milenarios que cubren gran parte de la tierra, en un viejo y frío bosque de gigantescos árboles se abre una pradera. Allí, dos solitarios seres humanos acaban de avistarse. Llevan mucho tiempo caminando en soledad y están agotados. Necesitan dormir profundamente, pero un ser humano solitario es una presa fácil y hay predadores que les siguen la pista desde hace días esperando un descuido, o que se duerman.
La visión de otro ser humano es por lo tanto una sorpresa inesperada que les llena de alegría… e incertidumbre. Dos seres humanos pueden hacerse compañía, pueden actuar como un equipo para cazar y sobretodo pueden vigilarse mutuamente el sueño y reponer fuerzas. Pero acercarse a otro ser humano conlleva algunos riesgos. Si queremos seguir vivos -deseo muy habitual-, cuando nos encontramos con otra personas debemos prever la peligrosidad de la situación y prepararnos para la huida o el ataque. A todos nos gustan las otras personas, pero no siempre coincidimos en lo que nos gusta de las otras personas, ni el momento o la necesidad es igual para todas las personas.
Cuando dos seres humanos se encuentran, lo primero que hacen es observarse para conseguir alguna información que les permita determinar, o como mínimo sospechar, si el otro ser humano les ve como un filete, un objeto sexual, una fuente de ingresos, o un divertimento, es decir un mero recurso para sus necesidades físicas, o como a un igual, en cuya compañía se pueda vivir y confiar.
Los humanos no andamos con un manual de instrucciones, una etiqueta explicativa, o un archivo ‘readme’ que nos informe de la actitud, predisposición y necesidades en ese momento de las otras personas. Esta información tan necesaria para decidir si salimos corriendo, si atacamos al contrario o si confiamos en el otro y damos un paso al frente en son de paz, sólo se puede extraer a través de la comunicación que se establezca entre las dos personas. Observando y en función de lo observado; hablando.
Conocer al otro
Todo ser humano tiene la percepción de que lo que piensa es único y personal, y que lo que transcurre por la cabeza de otro ser humano es un misterio. No tenemos la capacidad de entrar en la mente de las otras personas y conocer lo que piensan; al igual que tampoco percibimos que las otras personas tengan la capacidad de leer nuestros pensamientos. Es en el acto de la comunicacióni cuando abrimos una ventana en nuestra apariencia externa, para mostrar nuestros pensamientos y personalidad a las otras personas. Por lo tanto, cuando nos comunicamos, por el hecho de abrir estas ventanas a nuestro ser más íntimo, podemos suponer que la otra persona, entenderán que y como somos y se acercará sin miedo. Esto es lo que hacen los niños pequeños, para ellos abrirse, exponerse o mostrarse, es lo mismo que indicar que se confía en el otro. La actitud y lo que se comunica es lo mismo. Pero a medida que crecemos, el tema se vuelve un poco más complicado.
Es fácil abrir ventanas; no es tan fácil controlar que entra o sale a traves de ellas.
Retomemos la clásica teoría de C.S. Peirceii para situar los elementos del juego. Según CS Peirce, en una comunicación el significado depende no sólo de un símbolo y un referente, sino también de un interpretante: una representación mediadora del mundo en función de la cual se establece la relación entre símbolo y referente. En palabras más populares, no todo el mundo tiene porque entender de la misma manera lo que hacemos o decimos, aunque nos vean o escuchen perfectamente. ¿Lógico no?
Abrir ventanas, cuando superamos la timidez, no tiene demasiados problemas. El problema con el que nos encontramos es que; comunicar lo que somos, sentimos o pensamos, de una manera que el otro pueda decodificarlo correctamente, o sea, entender lo que le transmitimos, no es un acto instintivo; no es algo que nos salga a todos los seres humanos de la misma manera porque sea parte de nuestra biología.
Por ejemplo: Poner en posición erecta el dedo corazón, manteniendo los otros dedos cerrados es algo que todos hacemos igual, pero si desconocemos la cultura del interlocutor, nos arriesgamos a que quizás no nos entienda el gesto, quizás piense que estamos alejando el mal de ojo o, piense que es una broma, aunque lo más probable es que tras hacerle una peineta a alguien, el otro pretenda rompernos la cara. Levantar un solo dedo puede ser muy peligroso para nuestra integridad, si no sabemos que es lo que el otro ser humano acostumbra a hacer con ese dedo.
Dormir, sudar, defecar, gritar, correr, mover los dedos de la mano, etc más o menos todos lo hacemos del mismo modo. Pero en la comunicación, la respuesta que obtendremos por parte de nuestro interlocutor siempre dependerá de la cultura de nuestro interlocutor, no de su biologia. Es desde la cultura que el receptor interpreta los símbolos, pero la cultura no es una herramienta común e innata al ser humano, por lo tanto siempre tiene que ser acordada o cotejada. En la comunicación imprescindible para acordar o cotejar una cultura, siempre participará el filtro de una institución. Únicamente con el juego los humanos pueden comunicarse de una manera no instintiva sin intermediación de una institución, pues el juego es la única institución que es innata al ser humano. Más allá de los instintos y los sentimientos, el juego es la única manera natural y directa que tenemos los seres humanos de comunicarnos y compartir. En todos los otros aspectos los seres humanos vivimos aislados porque literalmente las instituciones nos aislan de todas las otras personas.
El significado de los símbolos
La voluntad de comunicación entre humanos es instintiva -ciertamente somos seres sociales-, pero los símbolos utilizados para la comunicación son, como acabamos de comentar, un constructo cultural. Por lo tanto, aunque busquemos comunicarnos, si la cultura no es compartida o muy similar, la de-codificación de los símbolos, no se producirá correctamente. Y si la de-codificación no es correcta, no podremos llegar a un acuerdo y obtener una significación compartida de los símbolos. Si no conseguimos ponernos de acuerdo acerca de que significa cada cosa, obviamente no podremos tener una representación compartida del mundo en que vivimos y el marco de significados por el que regimos nuestras vidas seguirá siendo totalmente privado y particular; innacesible para el otro.
Hoy en día, desde el punto de vista lógico-racional de un europeo, el hecho de encontrarse frente a un ‘extraño’, es decir una persona que no nos entienda y no sepamos nada de su cultura, nos parecería digno de atención y de el podriamos aprender mucho, pero en un mundo pre-científico, si no conseguimos entendernos con el otro ser humano, y no es peligroso ni comestible, pasado el impacto de la novedad, dejará de interesarnos. Frente al ‘extraño’ no podemos evolucionar como Personasiii, pues no podemos comunicarnos e interactuar con la personalidad del otro. De hecho, sin compartir no podemos evolucionar.
La comunicación es la herramienta para conocer y darse a conocer, para así evaluar la posibilidad de confiar en la otra persona, pero esto sucede únicamente si en el acto de la comunicación, transmitimos una información que el otro pueda entender. Si no entendemos lo que el otro dice, o como lo dice, o no comprendemos su apariencia y sus gestos, lo que se pretenda decir en el acto de comunicar, se perderá o se malinterpretará. En estos casos, el acto de la comunicación no nos ayudará a informarnos sobre las intenciones y personalidad de la otra persona, al contrario nos confundirá
Por lo tanto, los símbolos utilizados en la comunicación los anclamos a unos significados extraidos de nuestra cultura y esperamos que el receptor tenga una cultura similar para que pueda de-codificarlos correctamente. Además el medio en el que se realiza la comunicación ha de ser sensible del mismo modo y con una intensidad parecida para emisor y receptor; el que habla y el que escucha, el que muestra y el que observa.
Cómo nos informamos
Comunicándonos es como transmitimos y adquirimos información, y son varios los tipos de comunicación que pueden establecerse para obtener esta preciada información: visual, oral, corporal; incluso con el olor podemos transmitir información. Cuando dos personas se encuentran, siempre se establece una comunicación. Comunicamos cuando hablamos y cuando callamos, cuando gesticulamos y cuando nos quedamos inmóviles, comunicamos con nuestras ropas, con los gestos, con las miradas, con nuestro olor o con nuestro peinado; no podemos evitar comunicar pues siempre comunicamos. Aunque raramente controlamos todo lo que comunicamos.
Por lo tanto, lo importante no es tanto el hecho de comunicarse que es instintivo, como que el significado de lo que comunicamos sea compartido y entendido por ambos de la misma manera. Si levantamos la mano en son de paz, no queremos que el otro se piense que vamos a pegarle y nos ataque o salga corriendo. Entender de igual forma los símbolos o permitir ajustar sus significados de una manera parecida, permitirá que la comunicación funcione bi-direccionalmente.
Cuando dos personas viven en un mismo marco de significados, pueden comunicarse con cierta fiabilidad, pueden gestionar los hechos inexplicables que les ocurran y sobretodo, pueden prever una acción de futuro. La presencia del otro no anula el marco de previsiones de futuro de la persona sino que es parte de él, lo complementa o enriquece. Es decir, las personas tienen un cierto control sobre el significado de los símbolos que transmiten y pueden prever la reacción de la otra persona a sus intentos de comunicación, pues tienen una “familiaridad operativa con los marcos de significado en los que ambos viven sus vidas”iv.
Si no es así, la comunicación transmite información no controlada y un gesto, palabra o vestimenta puede no comprenderse, percibirse como una amenaza, una herejía o directamente como un intento de agresión. Si no hay confidencia en la comunicación, no se está seguro de como reaccionará el otro y por lo tanto, tampoco estamos seguros de que es lo que tenemos/podemos hacer.
Dentro del Marco de Significados que compartimos en sociedad podemos distinguir dos partes:
– Una parte proviene de la cultura de cada persona y puede variar bastante entre las distintas sociedades o incluso dentro de una misma sociedad. Por educación, posición o circumstancias personales, en una misma sociedad cada persona puede tener una cultura diferente, y esta cultura diferente le hara vivir de una manera diferente las relaciones y eventos de su día a día.
– La otra parte es el sustrato básico común a todo un grupo de personas que comparten discurso sobre el tipo de sociedad en el que viven. Este sustrato básico es el que contiene el canon institucional y sus relatos nucleares y sirve para dar sentido a sus vidas y justificar las excepciones que puedan ocurrir al propio discurso de su existencia. En este discurso es donde tenemos situado las escusas y justificaciones para todo aquello que es tan normal o lógico o de sentido común que ya no nos planteamos la posibilidad de que no pueda ser cierto, aunque este discurso básico puede variar entre diversos grupos de personas. Por ejemplo, lo que son las Instituciones canónicas en una Sociedad de Discurso Mítico como la Roma Medieval no tiene nada que ver con lo que es canónico en una Sociedad de Discurso Lógico como el Amsterdam actual. Lo canónico en una tribu del Amazonas, no tiene nada que ver con lo canónico en el Japón del s XIX.
Este conjunto de Instituciones base facilita que como mínimo podamos establecer una comunicación con significados compartidos entre diferentes personas que pertenecen a un mismo discurso. Es lo que siguiendo las propuestas de Jerome Bruner llamamos Acuerdo o Pacto Canónicov. Si dos personas viven bajo un mismo Acuerdo Canónico, entonces pueden comunicarse. Se producirán errores e incomprensiones o malentendidos pues las sociedades pueden ser diferentes y por lo tanto, las culturas también, pero un buen Acuerdo Canónico es aquel que proporciona suficiente solidez al marco común de significados para poder generar culturas que proporcionen las herramientas para solventar los malentendidos y los problemas de comunicación entre las personas y frente a lo que cada día ocurre en sus vidas. Por otro lado, dos personas que pertenezcan a Acuerdos Canónicos diferentes no podrán comunicarse hasta que una de las dos adopte parte del Acuerdo Canónico del otro, lo que inevitablemente alterará los Acuerdos Canónicos.
Comunicando
La manera más eficiente que los humanos hemos desarrollado para comunicarnos y aprender sobre las otras personas es hablando. El dicho: “hablando se entiende la gente” es mucho mas que una frase hecha, es una característica de las personas. Hablar y escuchar nos hace personas.
Es algo que tenemos tan interiorizado, que cuando los niños pequeños niegan la presencia a alguien, porque no les gusta o les ha hecho daño, lo que hacen es negarle la palabra y hacer ver que no le escuchan. Se niegan a comunicarse con él. Para la mentalidad de un niño, si no hablamos ni escuchamos a alguien, esa persona prácticamente ha dejado de existir.
Esta actitud llevada al extremo ha sido ampliamente utilizada para deshumanizar a otras personas y poder tratarlas como mercancías. Desde los campos de exterminio nazis, a los esclavistas, pasando por los poderosos colonizadores con su ‘prestigioso’ idioma, frente al débil que tiene un idioma diferente o que quizás, simplemente lo habla diferente. La actitud de negarle al otro la posibilidad de comunicarse con el lenguaje o ridiculizar su lenguaje, ha sido el paso previo a deshumanizarlo, para poder así tratarlo como un objeto, o directamente eliminarlo.
Hablamos los unos con los otros y hablando nos intercambiamos relatos que nos ayudan a entender el mundo que nos rodea y a transmitir la información adquirida a otras personas y como indica Jerome Bruner, “los seres humanos, al interactuar entre si, crean un sentido de lo canónico y lo ordinario que se constituye en un telón de fondo sobre el que poder interpretar y narrar el significado de lo inusual, de aquello que se desvía de los estados <normales> en la condición humanavi”.
El cómo hablamos y el cómo nos explicamos los relatos, es una muestra de como pensamos y vemos el mundo, pues con los relatos construimos, definimos y reajustamos nuestra idea de nosotros y del mundo y al mismo tiempo, en función de esta idea, vemos el mundo de una determinada manera. Un idioma no es solo una herramienta de comunicación. Un idioma es un mecanismo de concepción a través del cual construimos y objetivizamos el mundo que nos rodea, para el otro, porque queremos que nuestro mundo sea valido para los otros. Esto no implica que las palabras tengan ningún poder especial o alguna capacidad de manipular en si mismas. Las palabras son símbolos portadores de significados y por tanto, su estructura intrínseca no es más que el fruto de un acuerdo institucional pero su significado es fruto de un acuerdo cultural entre personas; lo importante de las palabras son los significados anclados a las palabras. El lenguaje puede describirlo todo y nunca nos limita, pero para utilizarlo es imprescindible que su usuario sepa que es lo que quiere describir y comunicar y esto es un rasgo cultural, no lingüístico. Dialogar es ofrecer una visión del mundo a la perspectiva del otro para que la cultura exterior sea más compartida y así en ese acuerdo, ambos crezcan en el conocimiento que se tienen como personas y puedan representar en su propia mente, la perspectiva psicológica que tiene la otra persona, hecho trascendental a la hora de predecir la conducta de los otros y poder acordar interacciones positivas para ambos.
Cuando hay un acuerdo -metafóricamente hablando- más o menos genérico sobre cuales son los relatos que nos definen, estos relatos se estructuran en una especie de set o meta-estructura de relatos, coherentes entre si, es decir que puedan transmitirse como un único relato y dotar de nuevos significados la vida de otras personas. Estas estructuras institucionales pueden ser transmitidas o impuestas y expandirse y evolucionar a gran velocidad, inmersas en un sucedáneo de mecanismos de cambio Lamarckianosvii. Los relatos se expandirán o desaparecerán o hibridarán, en función de su capacidad de facilitar el que un grupo de personas prosperen o desaparezcan.
El conjunto de relatos que mejor facilita a un grupo, el sobrevivir en un momento dado, en un espació concreto, normalmente se impone, o para el caso es adoptado, por otras personas en situación similar y acaba conformando una sociedad, es decir, acaba convirtiéndose en el set de normas, usos, vínculos, leyes o tradiciones de diversos grupos de personas con diferentes culturas. Es la estructura social, que estandariza y permite que un grupo de personas convivan bajo un mismo Acuerdo Canónico.
Cultura
Como ya hemos indicado anteriormente, dentro del Marco de Significados que las personas tenemos, a todo el conjunto de relatos que ha conseguido imponerse para definir y delimitar el Acuerdo Canónico que adopta una sociedad y a las herramientas que estos relatos brindan a la sociedad para que re-ajuste su Acuerdo Canónico cuando ocurran eventos no previstosviii; le llamamos Cultura. Por lo tanto, podemos definir Cultura, como la particular manera de interactuar e influirse que tienen grupos de personas de una sociedad y su Acuerdo Canónico.
De la misma manera, y siguiendo las propuestas de Manuel Castellsix, una nueva Sociedad aparecerá cuando La Cultura (la particular manera de relacionarse con el Acuerdo Canónico) modifique los conceptos de espacio y tiempo, alterando las estructuras de producción, poder y experiencia de esa sociedad es decir, modificando la relación entre la sociedad y el Acuerdo Canónico.
Todas las personas son diferentes y por lo tanto, todos los grupos de personas que conforman una sociedad, serán ligeramente diferentes. Bajo un mismo Acuerdo Canónico diferentes sociedades crearán diferentes culturas, porque diferentes sociedades interactuarán de diferentes maneras con un mismo Acuerdo Canónico.
Si la manera de interactuar de una sociedad es radicalmente diferente al de otra sociedad vecina, el propio Acuerdo Canónico se irá diferenciando, creándose no dos sociedades con Culturas diferentes, sino dos sociedades con Acuerdos Canónicos diferentes. En consecuencia, tendremos dos sociedades que ya no pueden establecer una comunicación que les permita transmitirse información con la certeza de tener un marco de significados compartido, pues se habrá perdido el significado compartido de los símbolos.
Pre-juicios
Tras este largo rodeo podemos volver a nuestras dos ejemplares primigenios de homo sapiens sapiens. Volvamos por lo tanto a esa fría pradera y a esos dos seres que se han visto y que están determinando si el otro es peligroso o no. Es decir, están intentando decodificar los símbolos que el otro voluntaria o involuntariamente les está transmitiendo para obtener el máximo de información a la hora de decidir que es lo siguiente que pueden hacer.
El canal de comunicación que nos puede proporcionar más y mejor información es el habla. Preguntando se entiende la gente, acostumbramos a decir. Pero cuando dos personas como nuestros primitivos se encuentran, antes de empezar a hablar ya se han abierto otros canales de comunicación para detectar el peligro; los sentidos: el oído, el olfato y la vista actúan rápidamente escaneando al otro en busca de cualquier indicio de peligro. La apariencia del otro, su olor, sus gestos, su postura, sus rituales, etc. transmite una información que puede ser vital. Una información que en general nuestro cerebro utiliza para activar las reacciones más instintivas; los pre-juicios.
Cuando la comunicación es únicamente sensorial -sobretodo en el caso del olor-, acostumbramos a dejar que sea la amígdala del cerebro quien asuma el control del cuerpo y, en cierta forma, delegamos nuestro comportamiento, a nuestra parte más ‘animal’. La cual, acostumbra a reaccionar de un modo bien sencillo: si hay peligro, pega primero o echa a correr!. Si no hay peligro, ponte en tensión, por si surge el peligro y has de pegar o echarte a correr
Actuar movido por un pre-juicio indica literalmente esto, actuar antes de haber juzgado o de tener un criterio. La palabra original latina “praejudicium”, significa juzgado antes (prae) o de antemano. Es una reacción instintiva que no admite reflexión, o en todo caso, la reflexión se produce a posteriori. Originariamente, actuabamos motivados por los pre-juicios cuando nuestra vida dependia de que reaccionasemos de una manera muy rápida; tan rápida que perder el tiempo razonando podría ser peligroso.
Esto, en general, es una buena respuesta puntual para una situación de peligro desconocido, cuando hay demasiada información y poco tiempo o poquísima información y cero tiempo. En estos casos reaccionamos instintivamente; sin pensarx. En lugar de valorar la situación, simplificamos la experiencia para obtener una respuesta rápida. Habitualmente esta simplificación se produce dejando de observar los datos de ese momento y gracias a un rápido promedio de situaciones similares, actuamos según ese promedio, y se obvia por lo tanto el caso individual y la realidad del momento. Otra opción de simplificación es obviar el caso individual y dejar que el cuerpo reaccione de manera similar a otra situación parecida que nos haya impactado; sin valorar las diferencias entre una y otra situaciónxi. Esta reacción instintiva y rápida, es una reacción hormonal agotadora, porque el coctel químico que envía la amigdala a todo nuestro organismo para que reaccione con rapidez, es una potente droga que casi siempre pone el cuerpo en tensión
Sintetizando, la reacción motivada por pre-juicios era una herramienta habitual en el hombre primitivo y por esto es todavía un elemento común en nuestra sociedad. Cuando nuestros sentidos detectan una situación de peligro, el cuerpo hace un by-pass a los procesos normales de razonamiento y reaccionamos instintivamente; sin pensarlo. Lamentablemente, algunos seres humanos, con una capacidad de razonamiento lenta o limitada, por falta de educación, confían en exceso su respuesta conductual a los pre-juicios, aun cuando tengan todo el tiempo del mundo para poder razonar.
Comunicación Oral
Si tras observarse y olerse un rató, y a distancia, nuestros dos seres primitivos no detectan ningún signo de peligro es muy posible que inicien un segundo nivel de comunicación, no tan instintivo y más racional, en el que el lenguaje y la inteligencia -emocional y racional- empezarán a trabajar para aumentar su conocimiento acerca de la peligrosidad o no, de la otra persona. Nno hemos de ver la comunicación oral como un ‘siguiente paso’ en una linea de categorías de la comunicación, que van de inferior a superior y en la que por ejemplo, el olor o el tacto, sea la vía más primaria de comunicación y el lenguaje la forma más elevada. La oralidad no substituye a los otros canales de comunicación, sólo los complementa.
Actualmente estamos tan acostumbrados a utilizar las tecnologías para comunicarnos, que a veces olvidamos que en su origen la comunicación oral llevaba implícita la presencia física en el mismo lugar de emisor y receptor. La comunicación oral se producía cuando las dos personas podía verse, por lo tanto, los otros canales de comunicación eran para el hombre ‘primitivo’ parte indivisible de la comunicación oral, pues al hablar, se intercambian necesariamente otro tipo de signos visuales, sonoros y olfativos igual de importantes. De hecho, incluso hoy en día, nos hemos alejado tan poco de la comunicación oral con presencia física que cuando surge un problema o queremos hablar de algo importante, tenemos tendencia a quedar para vernos y hablarnos al mismo momento.
Por lo tanto, en la naturaleza, la comunicación oral sólo puede tener éxito si el conjunto del proceso de comunicación (habla, gestos, rituales, vestidos, objetos, olores, etc) es coherente, de manera que el receptor del mensaje, pueda integrar las palabras que oye, en el conjunto de significados que el gesto, las apariencias, los movimientos, rituales u olores del otro, le transmiten.
Cuando las palabras no se corresponden con los gestos, las apariencias o cualquier otro símbolo transmitido, la acción comunicativa no es coherente y el mensaje puede ser rechazado o malinterpretado. Para poder comunicar un mensaje se requiere no sólo la capacidad de oír e interpretar el idioma, además se requiere un conocimiento de la cultura de la otra persona para distinguir e interpretar el significado de todos los otros símbolos que participan de la acción comunicativa. Tal y como indica Harald Kleinschmidt : “La oralidad exige un proceso integrado de la acción comunicativa e implica que el receptor pueda interconectar significativamente las palabras habladas, los gestos, el porte corporal y los movimientos del emisor”xii.
Volviendo asi a lo anteriormente comentado. Cuando dos personas se encuentran, para que puedan comunicarse, han de tener a un acuerdo de base parecido o convivir en el mismo acuerdo. Puesto que el éxito de la comunicación oral no reside únicamente en conocer el mismo idioma, sino en poder decodificar el significado de los símbolos, si las personas viven en diferentes Pactos Canónicos y en consecuencia tienen diferentes culturas, la comunicación no será posible. La máxima transmisión de significados, es decir, el máximo entendimiento y comprensión, sólo se conseguirá eliminando como mínimo uno de los dos Pactos Canónicos.
Hablando se van conociendo.
El lenguaje, sus silencios y los otros canales de comunicación nos proporcionan mucha información, tanta que en general no podemos filtrarla y procesarla en su totalidad. Esta incapacidad de captarlo todo, esta imposibilidad de poder comprender perfectamente al otro, es bueno que ocurra en los encuentros entre dos personas, pues hay dos componentes en nuestro cerebro que se benefician de esta incertidumbre, fruto de la sobredosis de información no tabulada.
El primer componente que se beneficia de tener un gran volumen de datos no tabulados, es nuestra lógica empática o emocional, que es capaz de tomar decisiones sin tener que recurrir a la lógica racional. La mente empática no se dedica a analizar todas las posibilidades y todas las variables sino que ‘instintiva y arbitrariamente’ acota el espectro de posibilidades y variables que nuestra mente racional procesará para predecir la conducta de la otra personaxiii o incluso para emprender algunas acciones.
Metafóricamente podríamos decir que el cerebro emocional está en un nivel de funcionamiento, un paso por encima de la amígdala, pues el control que tenemos sobre sus decisiones es muy relativo y no se rige por unos procesos de racionamiento lógico-racionales. Pero al menos somos consciente de la decisión que ha tomado y en parte podemos trazar la lógica emocional que adoptamos.
Como ya hemos comentado, las decisiones de la amígdala normalmente activan una reacción instintiva para salir corriendo, golpear o colapsarse y luego, quizás, si todavía estamos vivos y con ganas, la amígdala aflojará las riendas de los cocteles químicos que están poniendo nuestro cuerpo al límite y nos permitirá reflexionar acerca de como hemos reaccionado. Es decir, la reflexión es posterior a la reacción. Con la mente racional es justamente lo contrario: primero reflexionamos y luego actuamos. Con la mente empática hacemos las dos cosas a la vez: reflexionar y actuar. No nos quedamos bloqueados valorando todas las posibilidades y probabilidades de éxito pero somos consciente de un gran número de estas variables.
Comunicación empático-emocional
De hecho, gran parte de todas las decisiones importantes que tomamos en nuestra vida son ejecutadas por nuestra mente empático-emocional. Desde el levantarnos por la mañana, al trato con los amigos que tenemos, la selección de la pareja, el tener hijos, el salir de vacaciones, o simplemente el actuar durante el día, dependen en gran medida, de esta parte del cerebroxiv.
Por ejemplo. Al cruzar la calle, si únicamente nos dejamos guiar por el instinto, posiblemente moriremos atropellados por el primer coche, o saldremos huyendo cuando veamos un camión acercarse. Pero si nos paramos a reflexionar todas las posibilidades y líneas de actuación para cruzar la calle, nunca nos moveremos del sitio, porque son infinitas. La mente emocional toma el camino del medio, nos empuja a cruzar a pesar de los camiones, pues tenemos que ir a un lugar, pero al mismo tiempo es capaz de valora y considerar algunas de las variables y posibilidades de lo que podemos hacer y conoce las normas que rigen la circulación.
La razón del porque delegamos gran parte de las decisiones que tomamos en la mente empático-emocional es porque nuestro cerebro es limitado y ha de optimizar sus recursos. No tenemos ni el tiempo, ni la rapidez ni la capacidad para desde unos datos empíricos, proceder a un análisis lógico-racional exhaustivo para tomar la mejor decisión. La combinación de nuestra mente emocional o empática y la mente racional nos facilita el poder tomar decisiones en un tiempo razonable, acorde a nuestra dinámica de vida. Quizás no será la mejor decisión, pero sin la mente empática, simplemente no podríamos dar ni un solo paso, porque nunca terminaríamos de valorar todas las diferentes posibilidades a analizar para dar este primer paso.
Por lo tanto, frente a otra personas, es positivo disponer de una nube de incertidumbre rodeando a la información, para que nuestra mente empática, pueda obtener ‘intuicionesxv‘ que le permitan acotar el conjunto de datos a analizar y restringir el área de trabajo que será sometido a la mente racionalxvi. Pero además de este volumen de información indefinida que rodea a un mensaje, el disponer de una gran riqueza de datos y variables en la comunicación es muy positivo, debido a una particularidad de nuestro cerebro: el miedo a la diferencia.
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