Skip to content

– Confianza 1

Este no es un artículo de autoayuda, aunque el texto del principio pueda parecerlo. Este es un articulo sobre actitud política en Europa. Pero, puesto que vamos a hablar de actitud, antes de hablar de política, es necesario hablar de las Personas y de cómo se relacionan.

La Persona

La definición de la Persona, no finaliza en su piel; el concepto de persona engloba todo el entorno conocido de esa persona. Por lo tanto, las otras personas también participan de nuestra persona. La dificultad surge al considerar nuestra actitud frente a esas otras personas. Si son parte de mi, no puedo actuar como su enemigo, adoptando una actitud de continua sospecha y desconfianza. Me estaría atacando a mi mismo y es un tipo de vida agotador.

Pero tampoco puedo pensar que, ya que son parte de mi, tengo que tratarlos a todos con amor y confianza. Ir con la flor en la mano y una venda en los ojos, confiando en todo el mundo, pienso que solo está, si es que está, al alcance de algún santo, loco o iluminado. Para los mortales normales, los que tenemos familia, vamos a trabajar cada día, tenemos facturas que pagar y tenemos que interactuar con compañeros, familiares, amigos y conocidos, más o menos buenos y, con más o menos, supuesta mala fe; adoptar una actitud de confianza absoluta en todo el mundo es, como mínimo, peligroso.

El dilema es sencillo: No puedes ir por la vida pensando que todo el mundo actúa de buena fe y que tienes que ayudar a todo el mundo, pero por otro lado, tampoco puedes vivir con miedo y desconfianza a todo el mundo.

El enfoque correcto en la relación con las otras personas es la ‘confianza-consciente’. Con esto quiero decir que tenemos que confiar en todas las personas que participan de nuestra persona, pero preparándonos al mismo tiempo, para ver, aprender de los errores y corregir nuestra actuación. Con un detalle importante: Corregimos nuestra actuación, no en base a si las personas nos ‘traicionan’ o no, sino en base al conocimiento que de ellas adquirimos. Algunas personas pueden fallarnos muchas veces y otras personas ninguna, pero esto no tiene porque determinar totalmente nuestra relación y la confianza que tenemos depositada en ellos. Lo que condiciona la relación, es el análisis del conocimiento propio y del otro. Es en base a este conocimiento, como tenemos que juzgar la actuación de los otros, nuestra culpa en esta actuación y, la confianza que seguimos depositando en esa persona.

Un símil.

Mi cuerpo tiene una serie de extremidades y órganos que funcionan prácticamente de forma automática sin mi constante atención. Yo puedo asir una taza con la mano, o puedo caminar sobre mis piernas, o puedo digerir un alimento, o puedo oir, etc. casi sin pensarlo. Los órganos y extremidades forman parte de mi y confío en ellos, no me dedico a supervisar todo el rato lo que hacen, si no es como ejercicio de yoga. Esto no quita, que yo sea plenamente consciente de que no son infalibles; que a veces pueden fallarme.

Puedo ir caminando y tropezar, o no oír bien por tener dolor de oído, o asir un taza y que esta me resbale de la mano, o tener una digestión pesada, etc.  Pero el hecho de, por ejemplo tropezar, nadie lo considera una razón para etiquetar a sus propias piernas como enemigas y decidir que nunca más confiará en ellas. O tener una digestión pesada, no convierte a mi sistema digestivo, en elemento sospechoso al que tenga que supervisar constantemente. Sería imposible vivir con esta actitud frente a nuestro cuerpo. Excepto casos clínicos, nadie actúa así.

Todos sabemos que nuestros órganos o extremidades pueden fallarnos, pero si el fallo no sobrepasa cierto umbral, no nos preocupamos demasiado por este hecho. Cuado alguien se preocupa excesivamente, acostumbramos a tratarlo de hipocondríaco, es decir, que está enfermo y es incapaz de ver la realidad. Exceptuando los hipocondríacos y algún otro caso patológico, con nuestro cuerpo, adoptamos una actitud de confianza-consciente. Confiamos en él aunque seamos conscientes de sus limitaciones y fallos. Lo estimamos y cuidamos, pues es nuestro cuerpo, pero también lo conocemos y somos conscientes de su realidad.

Confianza-Consciente.

En general, el conocimiento de mi cuerpo y del entorno físico, me indica que grado de confianza puedo depositar en mis órganos y extremidades y, que alternativas dispongo en caso de un fallo.

Sé que mis piernas pueden fallarme, pero sé que:

  • – Con mis manos puedo asirme o amortiguar la caída
  • – Que los ojos me ayudarán a ver donde pongo el pie y donde puedo apoyarme.
  • – Que el sistema de equilibrio procurará que si caigo, mantenga una posición idónea para amortiguar el golpe, etc.
  • – Que si el terreno es muy abrupto, tengo que prestar mucha más atención a donde pongo los pies.

Yo confío en mis piernas, pero soy consciente de hasta donde puedo confiar en ellas y, soy consciente también, de que en caso de un tropiezo, tengo otras habilidades que evitarán que un fallo en las piernas, se convierta en un grave problema.

Si viene alguien, me ata las manos a la espalda, me venda los ojos y me dice que le acompañe, le diré que yo no me muevo de donde estoy. Aunque confíe mucho en mis piernas, se ha reducido enormemente el tipo de alternativas de que dispongo en el caso de que me falle una pierna o simplemente tropiece. Ahora tengo que confiar en alguien que me guíe y me sostenga si tropiezo y esto no tiene nada que ver con que deje de confiar para siempre en mis piernas, o que ya no las quiera más. Simplemente soy consciente de la confianza que puedo tener.

Esta relación de confianza con conocimiento que mantenemos con nuestro cuerpo, es la misma que hemos de mantener con nuestra Persona, y por extensión, con las otras personas que participan de nuestra cultura exterior.

Al igual que sabemos que nuestras piernas pueden fallarnos, nuestros amigos, compañeros de trabajo o familiares, pueden también fallarnos y, del mismo modo que no podemos estar permanentemente sospechando de nuestras piernas, tampoco podemos estar permanentemente sospechando de todas las personas que nos rodean. Hemos por lo tanto de confiar, conociendo que nos fallarán.

Este es el primer aspecto clave. Confiar en los otros, asumiendo que fallarán nuestra confianza y aún así, confiar en ellos.

Gestionar la Confianza-Consciente.

Sigamos con el símil del cuerpo humano, para ver como hemos de actuar si basamos nuestra relación en la confianza consciente.

  1. – Fortalece tu entorno. Yo confío en mis piernas, pero si hago ejercicio para fortalecerlas, mi confianza y la seguridad de que no me fallarán aumentará.
  2. Aprende de los errores. Tener una digestión pesada, no implica que mi sistema digestivo ya no sea digno de confianza. Es un hecho puntual y si me molesta mucho, es un recordatorio de que no puedo comer de ese modo o, esa comida.
  3. – Busca ayuda en el exterior o en ti. Puedo tener un dolor de cabeza, pero si me molesta mucho, se que hay analgésicos, técnicas de relajación u otros remedios para mitigar el dolor.
  4. – Se consciente del entorno donde estas. No es lo mismo que me resbale la copa en una bulliciosa fiesta, después de tomarme unos vinos, que si me resbala en un tranquilo desayuno.
  5. – Lo que hacen los otros siempre tiene una parte de nosotros. Si voy andando y tropiezo, mi pie no lo ha hecho para joderme. El tropiezo es debido a mi pie y a mi falta de atención.
  6. – Confía en los otros; trabaja en ti. Si tropiezo, he de tener unos buenos brazos que amortigüen la caída y, unos buenos reflejos para caer sin hacerme daño. Si yo no me he cuidado, un inocente tropiezo puede ser desastroso para mi cuerpo.

Ampliando estas indicaciones.

La confianza con conocimiento implica que, por defecto, tenemos que confiar en todo el mundo; pero no ciegamente. Hemos de confiar, pero cuidando y fortaleciendo la relación con las personas en quienes más confiamos. No puedes dar poca confianza a quien tienes cerca tuyo, y dar demasiada confianza a quien no conoces. Es pura lógica, pero a veces nos parece más sencillo confiar en el extraño, que en las personas que tenemos más cerca porque confiar implica conocer y abrirse al otro y no siempre queremos que los que tenemos cerca nos conozcan más. Ayuda y estima a las personas en quienes confías, conócelas y actúa de frente y honestamente sin esperar nada a cambio y veras como te fallan menos. Porque fallar, seguro que fallan; son humanos como tu.

Las personas en quien confiamos, siempre en menor o mayor medida, nos fallarán. Incluso nosotros mismos, a veces, nos fallamos y no resistimos la tentación, rompemos nuestros buenos propósitos o nos mentimos. ¿Cómo podemos pretender que los demás no nos fallen y no perdonarlos, si excusamos nuestros propios fallos y nos perdonamos con bastante ligereza?. Que una persona nos falle, no significa que la culpa sea de esa persona, e incluso  si es culpa suya, nosotros no somos nadie para condenarla. Acusar a alguien con las palabras ‘Me has fallado’ es decirle: ‘Creí conocerte y me he equivocado’. O más bien:  “yo sin realmente conocerte a ti, he supuesto que tu harías algo como yo quiero”. Desde esta posición es un poco ilógico acusar a alguien de nuestro poco interés en conocerle y nuestra osadía en preveer lo que haría en nuestro interes.

Confiar es hacer una proyección de futuro, muy subjetiva, del comportamiento del otro. Cuando ‘nos fallan’, somos nosotros quienes nos hemos equivocado, quienes sin conocer bien a esa persona o sin conocer todos sus motivos, nos hemos arriesgado a aventurar lo que haría en un futuro. Hemos apostado. Y nos hemos equivocado.

Hemos de aceptar con honestidad y sin rencor, que las personas nos fallarán. Esto quizás nos joderá, pero es parte de la vida, como ponerse enfermo y, lo que tenemos que hacer, es sobretodo aprender e intentar conocernos mejor a nosotros y a los otros. Enfermar es imprevisible, igual que el comportamiento de las otras personas, pero siempre podemos hacer una vida saludable para enfermar lo menos posible y recuperarnos con prontitud.

Cómo Confiar

Cuando confiar en el otro lo que hace es aportar cosas positivas; el que nos fallen estas aportaciones positivas es soportable, de hecho eran un plus en nuestra vida.

Cuando confiamos en otros para suplir nuestras carencias o, cuando depositamos parte de nuestra vida en las manos de otra persona, si esa persona nos falla, nos hundimos y la recuperación es mucho más dura. No es que hayamos confiado en el otro, sino que lo hemos utilizado para completarnos nosotros y claro, cuando se va, una parte de nosotros se va.

Para poder confiar, has de conocer al otro, pero también has de conocerte a ti mismo para saber que es lo que puedes dar, que te aporta el dar y hasta que limite puedes dar.

Un par de ejemplos muy comunes.

Cuando un amigo te pide dinero prestado, si decides dejarle ese dinero, considéralo interiormente,  sin comentárselo a él, un regalo y, no le dejes más de lo que tu necesitasa para poder seguir siendo su amigo de una manera útil. Si tu amigo no puede devolver el dinero, no habrá afectado a tu vida. No habrás perdido nada, porque ya lo habías regalado. Dispondrás de menos dinero, es cierto, pero conservaras a tu amigo, podrás intentar ayudarlo de otras maneras y no tendrás una mente llena de rencores y reproches contra tu amigo.

Si tu amigo puede devolverte el dinero, pues mucho mejor. Será un regalo para ti, pues ese dinero ya estaba regalado.

Este calculo consciente a veces no es posible.

En determinadas circunstancias, contra toda lógica, optamos por poner toda la confianza en otra persona, por ejemplo, en la pareja o en los hijos o los hermanos o incluso algún amigo. Esto en si no es malo, sólo arriesgado y, por lo tanto, has de ser consciente de que si esa persona te deja, no podrás reprocharle nada. Es fantántastico querer y confiar plenamente en otras personas y este sentimiento nos da vida, pero no podemos olvidar que esto es una relación bi-direccional desde nuestra subjetividad, si es unidireccional entonces no es una buena relación.

Me explico. Tu das confianza a una persona, porque esa persona te aporta mucho más. Nadie da sin ningún motivo o razón. Si tu das Toda tu confianza, es porque esa persona te aporta Mucho en la vida. Si esa persona te deja, la recuperación será muy dura, pero no puedes olvidar el porque le diste toda la confianza y por lo tanto, has de guardar un rincón de tu corazón roto, para agradécele todo lo que ha hecho por ti. Odiar o reprochar al otro, en el fondo, solo será odiarse y reprocharse a uno mismo.

Y si crees que la persona que ha roto tu confianza y te ha dejado totalmente hundido, no ha hecho nada por ti de lo que tengas que darle las gracias, entonces quizás este sea un buen momento para plantearte el porqué estabas tu, dándolo todo, por alguien que no te aportaba nada.

Es muy humano atacar y odiar al otro, cuando nos sentimos dolidos y traicionados pero esto no significa que sea correcto ni que tengamos razón. Lo que siempre nos ayudará a superar el dolor, es ver nuestra parte de culpa para intentar arreglarlo y ver todo lo bueno que la otra persona nos ha aportado.