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Cultura Exterior 3ª Parte Relacionarse

 OikoumeneComunidad –  Relacionarse – Sobrevivir – Vivir – Convivir

Mucha de la terminología utilizada en este artículo
se basa en la terminología definida aquí.

1ªParte: El Sistema se hunde

Volvamos a nuestro viaje por la historia y empecemos en el siglo V.

Tras varios intentos de refuerzo del sistema, Roma colapsó. Siguiendo con la metáfora de la Curva de Campana, (ver capítulo Definiciones: Historia+Matemáticas)  nos encontramos que, dependiendo del lugar en el que se situó el punto de Bloqueo en las diversas zonas del desaparecido Imperio Romano, la intensidad de la caída de la curva global que nos define la sociedad fue más o menos intensa y comportó una similar destrución del Pacto Canónico.

En algunos lugares, por ejemplo en la zona de influencia de Bizancio, la definición y posicionamiento del nuevo Punto de Control fue lo suficientemente rápida y fuerte para crear un bloqueo efectivo y permitir que la curva de la caída fuese suave y débil. La estructura socio-económica no se vio muy afectada y el Pacto Canónico mantuvo su consistencia, permitiendo que el punto Y = cero del Imperio de Oriente, es decir su sustrato cultural básico o el Pacto canónico, siguiese en unos niveles muy parecidos a los del Imperio Romano, antes de la decadencia.

En el Arco Mediterráneo, el bloqueo se realizó más tarde y con más dudas y la curva de la sociedad sufrió más oscilaciones. La estructura socio-económica en determinadas zonas del Área Mediterránea quedó bastante maltrecha, pero en general, subsistieron grandes zonas con una estructura muy similar a la de los últimos siglos del Imperio Romano, y la estructura se mantuvo hasta las invasiones musulmanas. Por lo tanto, el Pacto Canónico se mantuvo y, la sociedad conservó un Punto Y= cero, muy superior al que tenía antes de la invasión greco-romana.

En otras partes más periféricas del antiguo Imperio, la destrucción fue total. La sociedad, prácticamente volvió a culturas neolíticas, fue absorvida o directamente desapareció. Esto no significa que la población desapareciese (aunque en algunos casos así ocurrió), la destrucción total hace referencia al Pacto Canónico es decir, el sustrato o acuerdo sobre el que se organizaba toda la sociedad romana, fue barrido totalmente y fue necesario adoptar el nuevo Pacto Canónico de los invasores o recuperar el Pacto Canónico anterior a la cultura romana.

Un anillo para atarlos

Estamos a medianos del siglo VII. A pesar de las lógicas ondulaciones derivadas de la intensidad de la caída, la sociedad europea ha entrado en una situación de estabilización más o menos homogénea, en toda la Europa Cristiana. Incluso en algunas zonas de Europa invadidas por los musulmanes, hay un nuevo proceso de Catálisis y Reacción, estructurado sobre un nuevo Pacto Canónico.

Pero centremonos en la Europa Cristiana y pagana. Como hemos comentado, cultural, militar y demográficamente la curva que define la situación social a partir del séptimo siglo, deja de caer y empieza a entrar en un periodo de estabilización, que se extenderá hasta más o menos el siglo XI. Incluso económicamente, y asumiendo todas las precauciones que el utilizar conceptos de análisis como GDP/PIB en periodos como la Alta Época Medieval conlleva, si observamos los datos de los estudios de Angus Maddison, vemos como el PIB deja de caer más o menos en el siglo séptimo, y se estabiliza hasta el s XI.

Es decir, aproximadamente del siglo VII al siglo XII, con obvias diferencias regionales, la curva de la sociedad nos define un claro periodo de estabilización, fruto de un nuevo modelo de sociedad, basado en un Pacto Canónico muy diferente al que existía en el Imperio Romano, pero que resulta efectivo para mantener la sociedad europea estable. Es el modelo de Sociedad Cristiana Medieval, que quería establecer la iglesia católica, y que se impuso como modelo social único, sin demasiadas alteraciones y con ganas de perpetuarse, literalmente, hasta el día del juicio final.

La Iglesia Católica pretendía un modelo cerrado, uniforme y muy estable, basado en un sociedad gestionada y vivida como una comunidad, al estilo de una gran familia patriarcal. Más allá de las fronteras donde vivía esta comunidad, habitaba un mal terrible e implacable, que incluso se infiltraba en los bosques y alrededores de los pequeños pueblecitos europeos. Afortunadamente, en Roma residía el ‘Anulum Piscatoris’ , el anillo del Papa, el patriarca de la gran familia, el único poder que podía salvar a todos los hombres del terror que vivían, o que creían que se les venía encima. El anillo del Rey Pescador era la señal de que el Papa, y por su figura, la jerarquía católica, tenia un poder delegado directamente por Dios y en consecuencia, indiscutible.

El Papa, como patriarca de la comunidad, protegía a sus hijos y les enseñaba como vivir aislados de todo mal e influencia externa, que pudiese poner en peligro a la gran familia.

En esta época, los dos grandes motores, El Patriarcado Expansivo y El Renacimiento Constante, fueron adaptados al modelo de sociedad de Discurso Mítico del Cristianismo. El Patriarcado Expansivo situó su figura en el Papa y la expansión se desplazó del plano terrenal, al espiritual. Lo importante no era conquistar territorios sino conquistar almas. Por su parte, el Renacimiento Constante se situó en los evangelios y en la figura de Dios y sus apóstoles. En sus obras era donde se debía beber la sabiduría que llevaría a las personas a vivir con más conocimiento.

Este periodo de Estabilización, que empieza más o menos tras las invasiones musulmanas y llega hasta el cambio de milenio, es muy interesante porque la Iglesia Católica, aunque no tenía poder militar para controlar toda Europa, consiguió una gran victoria socio-cultural al imponer su modelo de sociedad en todas partes. La Organización, sus Agentes y las Instituciones creadas, consiguieron asentar un nuevo Pacto Canónico. Es cierto que África se había perdido y, gran parte de oriente también, pero el avance en Europa del modelo de Sociedad Cristiana Medieval era imparable. La mancha del cristianismo se extendía por todas partes e incluso los últimos bastiones paganos, como podían ser los Vikingos, ya empezaban a estar fuertemente infiltrados. Ahora sólo era necesario esperar que la fruta madura cayese en manos del Papa y, el poder civil y temporal en Europa, se rindiese definitivamente a la Roma Eterna.

 

Valor Y = Cero

El nuevo Pacto Canónico Europeo situó sólidamente un nuevo valor cero en el eje de las ordenadas, porque demostró que podía estabilizar el sistema. La función de la Iglesia Católica ahora consistía sobretodo en evitar nuevos picos que provocasen fisuras y, para esto, era imprescindible que nada cambiase para que todos los parámetros se mantuviesen estables.

Un sistema sin posibilidad de cambios, un sistema que no interacciona con su entorno, un sistema que no responde, es un sistema ciego. Un sistema tan encerrado sobre si mismo que no puede ver lo que hay más allá de sus límites. Y esto es exactamente lo que necesitaba la Iglesia Católica, un sistema ciego para que nada cambiase. Una estructura en la que cualquier posibilidad de interacción con el exterior del sistema, que pudiese provocar el más mínimo cuestionamiento del Pacto Canónico alcanzado, pasase primero por el filtro y control de la propia jerarquía. El Sistema para ser estable no podía recibir ninguna influencia, ni sentir la necesidad de responder a nada. El Cristianismo tenia que envolver totalmente a la sociedad, sin dejar ninguna ventana abierta y la Iglesia Católica tenia que convertirse en los ojos, oídos, boca e incluso cerebro de la sociedad. La Iglesia como Organización y sus Agentes, tenían que desplegar todos los sentidos de la sociedad, para que fuesen ellos quienes recibiesen, amortiguasen, filtrasen y eliminasen todas las influencias que pudiesen afectar al sistema.

La Iglesia Católica tenía que situar a la sociedad dentro del útero de la creación divina y ella convertirse en la matriz, para que nada afectase ni llegase a esa sociedad en crecimiento sin su filtro. Y todo esto se tenía que mantener estable hasta que Dios considerase que la sociedad ya estaba preparada para salir a la luz de una nueva vida.

Esta titánica tarea, en una área tan grande y diversa como Europa, y con los pobres medios de que disponía la iglesia, parecía una tarea imposible, pero la Iglesia Católica lo consiguió. O casi. Durante unos cientos de años, la Iglesia Católica consiguió acercarse mucho a su objetivo. Pero este aparente gran éxito de la jerarquía católica, fue en vano. Los motores del Patriarcado Expansivo y del Renacimiento Constante, incansables, no podían seguir siempre en la dirección que la Iglesia Católica deseaba y, sin hacer mucho ruido, en un nivel más profundo, seguían trabajando para destruir lo que ellos mismos habían generado.

El problema básico era que la maltrecha sociedad europea, no se conformaba con una posición de debilidad. Por muy garantizado que los europeos tuviesen un lugar en el cielo, los europeos también deseaban un poquito de cielo en la tierra. Y este deseo de mejora, mantenía los motores en marcha, en una dirección diferente a la planificada por la jerarquía católica.

El Cielo en la Tierra

Por un lado, el Renacimiento Constante, no sólo hablaba a las personas de Dios y los apóstoles. Al mismo tiempo e indirectamente, les recordaba su, supuesta o real, pasada gloria y, les incitaba a buscar en el pasado, ideas y símiles, para reconstruir lo que a nivel militar y económico era su gran momento de gloria; el Imperio Romano. Leer los evangelios era perpetuar el recuerdo de Roma. Y el recuerdo de Roma, por muy pagana que fuese, les recordaba ese gran imperio que tanta prosperidad dio a gran parte de Europa y, que ahora se echaba en falta.

Con la reconstrucción del Imperio Romano, o de algo parecido, quizás sería posible recuperar la fuerza necesaria, para repeler las invasiones bárbaras y otras desgracias que asolaban a los habitantes de Europa. Además, estas personas no estaban solas en el deseo de recuperar parte del esplendor del Imperio Romano. El propio pontificado también veía con buenos ojos la recuperación de la figura de un Imperio y un Emperador, que uniese a los diversos pueblos de Europa.

Por otra parte, el otro motor, el Patriarcado Expansivo, mantenía la tensión de las armas y una situación de guerra constante que favorecía que los europeos aprendiesen y mejorasen sus técnicas de guerra y, se preparasen para reemprender sus esencias expansivas. Europa quería volver a ser poderosa y por esto, practicaba el arte de la guerra, aprendía del pasado y mejoraba a marchas forzadas sus habilidades para matarse unos a los otros. Unas capacidades que Europa no pararía nunca de mejorar y exportar con gran éxito hasta nuestros días.

Pero volvamos al cambio de milenio. Han pasado 300 años desde las últimas oleadas de invasiones. La débil Europa Carolingia que Musulmanes, Vikingos & Co ayudados por las propias revueltas internas, arrasaron; ha desaparecido. Esa Europa sin poder militar, sometida al pillaje y el desorden, ahora en el siglo XI-XII se ha convertido en una maquina de guerra, armada hasta los dientes, dispuesta a recuperar el terreno perdido.

¡Levántate!

Europa empieza a perder el miedo y a interesarse por lo que hay más allá de sus fronteras. Todavía tendrá que recibir la visita de amigos inesperados como los turcos o las invasiones de los mongoles, pero el núcleo de Europa no se verá nunca más afectado, y la sociedad que empieza a erguirse en estos siglos, adquiere ya ese punto de arrogancia y eurocentrismo típico de los Europeos.

De todos modos, no podemos asociar el perder el miedo, el frenar las constantes invasiones y el recuperar el poder, con la aparición de una sociedad más segura al estilo de Roma, con una especie de pax-europea. Europa es un nido de avispas, luchando todos contra todos, en el que todo lo que es débil se ha escondido detrás de grandes muros fortificados, o ha cogido la espada más grande para ser el primero en golpear. Si no hay grandes invasiones, no es porque Europa se haya erguido como gran poder, sino porque el conjunto de los europeos nos hemos convertido en uno de los pueblos más bestias y violentos del momento y nadie con dos dedos de frente quiere meter su mano allí.

Pero hay una consequencia muy importante derivada de la actitud de esta Europa, brutal y violenta, que empieza a erguirse y a perder el miedo. Al levantar la cabeza y atreverse a mirar lo que hay más allá de sus fronteras, aunque sólo sea para ver como puede saquearlo, se descubre teniendo que observar con atención, al que está más allá. Y el observar, casi siempre conduce a conocer mejor a ese ser o lugar observado, e indirectamente; a conocerse mejor a si mismo; por puro contraste.

A pesar del fuerte control eclesiástico, empiezan a aparecer picos de conocimiento en las concepciones culturales.

¿Hay alguien allí?

El conocimiento del ‘otro’ (judíos, musulmanes, bizantinos, África, otros imperios) no desmonta la figura de Dios, ni pone en duda la verdad o el papel de la iglesia católica en la sociedad. No hay ni el menor atisbo de duda acerca del modelo de sociedad o de su fe en Dios. Todo esto es inalterable. Lo que ocurre es que se presentan nuevas maneras de llegar a Dios, nuevas maneras de percibir la realidad y nuevas maneras de intentar justificar la idoneidad de su Dios y su modelo de sociedad.

Colateralmente, el hecho de entrar en contacto con otros pueblos y culturas, permite a los europeos descubrir una parte de su pasado que desconocían. Desde África, Oriente y Bizancio empiezan a llegar informaciones, testimonios y documentos de ese periodo que los Europeos consideran su época de esplendor, y que es donde el Renacimiento Constante, acostumbra a buscar con más intensidad las fuentes del conocimiento y la sabiduría que creía perdidos.

Hay una clara percepción de que el conocimiento que tenían griegos y romanos era muy superior al de la actual Europa, pero ahora Europa se cree mucho más sabia, básicamente porque se reconoce Cristiana, y este detalle, su fe en el Dios Cristiano, es lo que los intelectuales europeos creen que evitará que Europa repita los errores y la decadencia de los imperios pre-cristianos, o poco cristianos, como es el caso de la Roma del Bajo Imperio.

Combinar el extraordinario conocimiento clásico, con la fuerza de la sabiduría cristiana actual, piensan las élites de la sociedad europea que les será muy productivo.

Visto desde el punto de vista actual, puede parecer extraño que los intelectuales de esa época, considerasen que un conocimiento con más de 1.000 años de antigüedad, pudiese ser superior al que ellos tenían. En la Edad Medieval no existía el concepto de progreso lineal que tenemos ahora. Por lo tanto, el conocimiento anterior, no era menos evolucionado, o peor, por ser antiguo. La distancia en el tiempo no era visto como un valor positivo o negativo; las cosas simplemente eran útiles o no eran útiles, pero no se quedaban desfasadas o obsoletas o anticuadas. El valor del conocimiento en una sociedad de Discurso Mítico, se determinaba en función de dos valores: Su utilidad presente y su proximidad al momento de esplendor cultural/imperial de una nación.

Gracias a Dios

La razón de esta valoración es muy simple. El éxito o fracaso de algo o alguien, según la mentalidad de las personas religiosas de esa época -es decir casi todos-, era debido única y exclusivamente a Dios. Si las cosas te iban muy bien, tenias que dar gracias a Dios porque te estaba recompensando. Si las cosas te iban muy mal, era porque Dios te castigaba por algo que habías hecho. El éxito o el fracaso, dependían siempre en última instancia de la voluntad de Dios. Esta norma se aplicaba a todo. Si una nación triunfaba, era porque Dios la había favorecido y, si se hundía, era porque esa nación se había alejado de la verdad o la voluntad del Señor.

Cuando se desconocía el motivo de una desgracia, la causa se resumía en la típica frase «Algo habrá hecho«. El hecho en si, ya era la demostración de la causa. El motivo no tenia porque ser aparente, es más, los humanos ni  siquiera tenían que plantearse el motivo, plantearse el motivo podía ser visto con suspicacia y entenderse como el primer paso para dudar de Dios. Al ser Dios quien tenia la potestad de bendecir o castigar, si alguien era castigado, las razones de tal actuación solo incumbían a Dios. El hecho de ser castigado, era una prueba de que esa persona había obrado mal y no había mucho más que añadir si no querías buscarte problemas mayores.

Obviamente esta visión también funcionaba en la otra dirección. Si alguien tenia éxito, era porque Dios lo había bendecido, que era como decir que aprobaba a esa persona y su actuación. Por lo tanto, cualquiera que fuese poderoso, era porque había sido bendecido por Dios. La relación entre el poder y los designios del Señor era muy íntima y provechosa para los poderosos.

Esta visión medieval aún permanece en nuestro imaginario. El dar gracias cuando las cosas nos van bien y el preguntarse que has hecho mal, cuando las cosas te van mal, es todavía una reacción típica, incluso entre no creyentes.

Resumiendo:

Puesto que el éxito y esplendor de una cultura se produce porque Dios favorece a esa nación/cultura; la sabiduría de esa cultura, en cierta manera, está más cerca de la sabiduría plena de Dios. Por el contrario, si los grandes imperios decayeron, fue porque, a pesar de contar con la bendición de Dios, no supieron ser agradecidos y le ningunearon sus actos, así que Dios les retiró su gracia y se hundieron.

No se pretende por lo tanto superar lo que pensaron o crearon otras personas en tiempos pretéritos, sino trasladar las ideas y creaciones del pasado, al pensamiento y momento actual, para corregir errores y adaptarlos al correcto mensaje del Señor. Reciclar para reutilizar sería el concepto clave. Pero claro, el volver a reflexionar, o simplemente, el releer como reflexionaron otras personas, te puede ayudar, pero también te puede ‘contaminar’ y alterar tus ideas actuales.

La contaminación del saber clásico y la acumulación de conocimientos, provoca nuevos picos en la aparentemente plana y estable línea de la sociedad medieval.

Contamíname

Para evitar esta ‘contaminación’ intelectual, la Iglesia Católica trató de dar acceso al conocimiento clásico, única y exclusivamente, a sus más fieles y seguros servidores y, controló con puño de acero, que las obras no escapasen de sus centros, ni se publicasen interpretaciones de las mismas que no fuesen previamente aprobadas por la jerarquía católica. La jerarquía católica no estaba en contra del proceso civilizador que había vuelto a arrancar en Europa, al contrario, le parecía una buena idea, pues profundizaba en la idea de que el hombre era más que un animal y que debía superar su naturaleza y vicios animales, para acceder a un nuevo plano espiritual de comunión en la fe de Dios con otras personas. Pero al mismo tiempo, la Iglesia no podía permitirse el lujo de que fuese puesta en duda de nuevo la unidad del credo y el Pacto Canónico que tanto le había costado instaurar en Europa. La Iglesia no podía permitirse el lujo de abrir la más mínima ventana, y razón no le faltaba para fundamentar sus temores.

Un par de palabras equivocadas -como decir o no decir ‘y del hijo’- ya había causado el peor cisma en el cristianismo, la escisión de la Iglesia de Oriente. Por una palabra se había perdido un imperio (obviamente esto es una simplificación), pero imaginar lo que podía provocar un libro, copiado y distribuido libremente, debía provocar mucho más que sudores fríos entre los poderosos de Roma. Civilizar si, pero sólo si se producía en la dirección correcta.

Poniendo bajo su jurisdicción a las personas que podían traducir e interpretar la sabiduría de los antiguos y, creando un cuerpo policial e intelectual para controlar a las personas que se adentrasen en estos temas, la iglesia pretendía asegurarse las fuentes del saber para extraer de ellas lo que pudiese serle útil y eliminar lo inútil o peligroso.

El sistema funcionó más o menos correctamente hasta que, como siempre, las cosas empezaron a torcerse e, información no filtrada ni censurada, empezó a ser accesible a determinadas personas que no pertenecían necesariamente al núcleo duro de la Iglesia Católica. La contaminación desde Oriente era imparable y el proceso civilizador se escapaba de las manos de la iglesia católica, en una dirección que la jerarquía católica consideraba como mínimo peligrosa y difícil de combatir; la autoconciencia.

Contrólate

El proceso civilizador no sólo separaba al hombre de su propia naturaleza animal. Colateralmente, al incidir en la necesidad de la educación del espíritu, también separaba a un ser humano de los otros seres humanos. El hombre civilizado se veía alejado de la brutalidad y animalidad de otros humanos menos ‘cultivados’ que él, como podían ser los pobres o ignorantes, o sea la inmensa mayoría de la población. El hombre cultivado y civilizado, no se dejaba llevar por su naturaleza animal, porque estaba ya más cercano a Dios y sabia controlar su parte más física. Pero claro, este trabajo de superación individual, este proceso civilizador, convertía a esa persona en una isla autónoma, en un agente libre y dueño de su espació privado en el mundo, en un ser que se entrenaba para conocerse mejor y no dejarse llevar por sus instintos. El Trending Topic de la intelectualidad de los siglos XI-XII podría ser ¡Contrólate! Un Trending Topic que afectaba a las concepciones y valores de las personas y empezaba también a generar picos alejados de la media.

 Por último, nuevos factores, que también escapan al control de la Iglesia empiezan a evolucionar. La economía empieza a remontar, sofisticarse y expandirse. La agricultura, sobretodo en el Norte de Europa, empieza a modernizarse. El clima es benigno. La población crece, las comunicaciones empiezan a estabilizarse y hacerse seguras y, en Europa, por primera vez desde hace muchos años, las comunidades empiezan a estar unidas entre ellas y a comunicarse a grandes distancias. Hay movimientos de mercancías y personas, y no siempre como consecuencia de una guerra. Todo esto conlleva un cambio enorme en el tamaño del sistema y puesto que no hay un poder unificador que reine en toda Europa y lo homogenice, el cambió de tamaño conlleva un gran aumento de la complejidad de la sociedad.

Como ya indico Phil Waren Anderson en su artículo ‘More is different’ para la revista Science del año 1972  «nuevos tipos de propiedades emergen en cada nuevo nivel de complejidad que alcanzamos» y otro gran pensador, Georgescu Roegen dijo refiriéndose únicamente al campo de la económia, aunque podemos aplicarlo a cualquier tipo de crecimiento social: «if economic growth involves qualitative transformations, the relationships among economic agents (such as enterprises, families, states, etc.) beyond a certain threshold, may give rise to the emergence of new structures, and new, even unforseen, processes«.

Hay por lo tanto, una emergencia de nuevas estructuras y nuevos procesos, que por su propia definición, son imposibles de preveer por los eficaces sistemas de control de la Iglesia Católica. Las tranquilas y monótonas gráficas de control del Vaticano empiezan a volverse locas.

Unas conclusiones:

Aunque controles y encierres un sistema o sociedad, si esta sigue teniendo perspectiva histórica, enemigo a quien combatir y posibilidades de crecimiento, el sistema necesariamente cambiará, porque el volumen de información que contiene, siempre irá en aumento. Si la información y el tamaño van en aumento, también ira en aumento la complejidad del sistema y, cada nuevo nivel de complejidad, producirá la emergencia de nuevas estructuras y procesos no previstos.Estas estructuras y procesos no previstos, es justamente lo que la Iglesia Católica no podía preveer y es lo que empezó a resquebrajar su Pacto Canónico.

La única posibilidad de mantener el sistema social estable consiste no sólo en aislarlo totalmente, para evitar la entrada de cualquier flujo, llamémosle energético, además es imprescindible evitar la acumulación de información borrando la memoria histórica y permitiendo un limitado y siempre en proceso de borrado, aumento del conocimiento. Un sistema estable no puede estar sometido a ningún tipo de input externo, que haga aumentar el nivel energético del sistema, porque acabará generando nuevas estructuras.

La Iglesia Católica no lo hizo, y el sistema empezó a írsele de las manos.

Expuesto así, linealmente, puede dar la sensación de que estamos entrando en una época de grandes cambios y esto no sería exacto. A grandes rasgos, con la llegada del nuevo milenio, nada había cambiado en Europa. La dependencia de la senda recorrida desde el siglo VII y las inercias estructurales eran tales, que era imposible para las personas de ese periodo ser conscientes del cambio, y es solo gracias a la perspectiva que nos da la Historia, que podemos ver que todo estaba a punto de cambiar. A punto, pero todavía no. Por ahora solo hemos entrado en el final del periodo de estabilización; la época de Fisuras.

2º Parte: Fisuras.

Nos encontramos en un periodo de Fisuras y por lo tanto, lo que podemos observar en los primeros siglos del nuevo milenio, son la aparición de picos aislados por encima de la media, fisuras/cleavages, semillas que permitirán la transición hacia un nuevo nivel de autoconciencia; hacia la identidad y la privacidad de un renacimiento capaz de objetivar el propio yo. Como Norbert Elias comenta: «A la primera Edad Media, de orientación teológico-religiosa, le siguió una segunda Edad media, de orientación metafísica, en cuyos modos de pensar y hablar desempañaron un papel destacado funciones y emociones objetivadas.» Este será el nuevo nivel Y = 0 al que la sociedad llegará, pero todavía tenemos que observar algunos hechos relevantes.

Recobrando la Cultura Interior

Estudiosos, poetas, caballeros, dirigentes, reyes, monjes, etc empiezan a considerar que desde su individualidad, pueden ayudar en la tarea del Señor, ya sea eliminando a infieles, convirtiéndolos, mostrando la belleza del mundo creado por Dios, descubriendo sus maravillas, hablando del Amor, etc. En cualquier caso, todos ellos creen que hay algo en su interior, que puede ser útil para la gente que les rodea. Este algo puede ser la percepción de la belleza, la sabiduría, el amor, la fuerza, la valentía, la capacidad de mostrar la mano de Dios en sus obras, etc. A diferencia de sus predecesores, ahora no se ven a ellos mismos como parte de un grupo indiferenciado, sino como elementos que aportan al grupo, gracias a sus particularidades únicas. Ven en ellos mismos, cualidades únicas que serán positivas para el grupo.  No consideran sus virtudes como único fruto de su Cultura Exterior sino que valoran su Cultura Interior como generadora de sus especificidades.

Roland versus Perceval

Un claro ejemplo de como está emergiendo una nueva visión de la autoconciencia, lo podemos observar en la tan distinta concepción de la Cultura Interior y la cultura Exterior en la presentación de los héroes, por ejemplo Roland y Perceval según «La Chanson de Roland» o según « Perceval ou le Conte du Graal » respectivamente.

Dos caballeros heroicos al servició de su Rey. Roland es un héroe típico alto-medieval integrado en un grupo, prácticamente sin vida interior, más allá de su objetivo que es guerrear por Carlomagno hasta que le maten y, que piensa que sus virtudes son fruto de su condición de noble caballero, pero esta condición es estamental, es decir, si no se comporta ni sigue las reglas de la nobleza, el Rey puede degradarlo y si el Rey y sus pares niegan a Roland su condición, este ya no es nada, pues no tiene existencia fuera del grupo al venir determinada toda su condición, por su Cultura Exterior.

Perceval por su parte se siente como alguien separado, en busca del grupo al que pertenecer y que de sentido a su vida. El Grupo sigue siendo lo más importante, pero Perceval busca como integrarse en el grupo, a diferencia de Roland que ni se plantea que pueda existir fuera del grupo, pues su existencia no tendría sentido. Ni tendría sentido que se matase por el grupo, teniendo la posibilidad de sobrevivir.

Perceval, además, sabe que es de noble condición, independientemente de lo que diga o deje de decir el rey. Su noble condición y sus virtudes son de sangre y por no estar integrado en el grupo, tiene que navegar en su interior para educarlas y potenciarlas. Que el Rey le niegue su noble condición, tan sólo lo convertirá en un caballero errante, pero no dejará de ser un caballero, pues ahora esa condición ya está dentro de su Cultura Interior.

Perceval y con ello su autor, nos muestra como las personas aprenden a relacionarse con el grupo para seguir dando significado y plenitud a la vida, pero sin perder la individualidad. La historia de Perceval es todo el rato, un camino iniciático para aprender a relacionarse con uno mismo y con el grupo al que ha de pertenecer.

Roland por su parte, es todavía una muestra de lo que el grupo es capaz de hacer y de la importancia de los objetivos del grupo, por encima de los objetivos individuales, los cuales únicamente serán valorados, si sirven para engrandecer la ‘imagen’ del grupo. Es decir, la actitud estúpida y arrogante de Roland, sólo es considerada en positivo o negativo si ayuda a engrandecer la imagen de los pares franceses de Carlomagno y de sus soldados.

Si Roland y Perceval se encontrasen frente a frente, lo más probable es que Roland tratase a Perceval de ‘nenaza’  y que Perceval viese en Roland uno de esos enemigos suyos tan primitivos, más parecidos a un animal que a un Caballero, y por los que no vale la pena mantener un digno combate. En lo que si que estarían de acuerdo ambos, es que es mejor decapitar al otro y acabar con la tontería del encuentro. En esta expeditiva modalidad de dirimir las diferencias, Europa no había avanzado mucho.

En las figuras de Roland y de Perceval, vemos como sus autores están separados por mucho más que un siglo de tiempo. En Chrétien de Troyes, autor de Perceval, detectamos ya el aire de un nuevo espíritu de los tiempos que empieza a soplar y que notamos no sólo en la definición de los héroes, sino también en el formato de la obra, la manera de acreditar la obra, el colorido interior de los personajes, la estructura narrativa y, muy importante, el soporte de la obra. La Chanson de Roland es una obra pública, pensada para la oralidad, frente a un grupo homogéneo, en donde se pretende crear imágenes y visiones idénticas, para crear y enriquecer un imaginario colectivo idéntico para todo el grupo, en cambio «Perceval ou le Conte du Graal» es un libro, una obra privada, pensada para llegar a la psique de una persona, para poner en comunicación dos conciencias y para que cada conciencia desarrolle su propio viaje exploratorio a sus fantasías y luego las comparta con otras personas.

Chrétien de Troyes no es un caso único, estos cambios los podemos empezar a detectar en una línea que sobrevive en los goliards, pasa por las obras líricas en latín de religiosos como Gottschalk d’Orbais o Notger el Tartamudo y florece en algunos trovadores, en libros civiles como el Domesday encargado por Guilermo I, el redescubrimiento por parte de Irnerius del Digesto de Justiniano y el derecho romano, en las iniciativas de algunos obispos para fundar nuevas escuelas catedralicias, o en iniciativas individuales como las del monje Pierre Abélard, para culminar todo este hilo histórico en la figura de Marie de France, coetánea de Chretien de Troyes y en mi opinión; la primera mujer moderna de Europa.

La cultura es un sistema de significados y valores compartidos a traves de los cuales se expresa una manera de vivir. Marie de France, Chrétien de Troyes, Pierre Abélard y tantos otros personajes se diferencian claramente de otros ‘relatos’ de la cultura medieval en el hecho de que ja son fruto de la nueva crisis que se está gestando, bien porque son expresión de la nueva realidad o bien porque intentan parar esta nueva realidad. En cualquier caso, expresan una nueva manera de vivir, que algunos como Chrétien de Troyes pueden hacer pública, otros la hacen pública y se buscan problemas como es el caso de Pierre Abélard y algunos muchos mantienen en el anonimato como es el caso de Marie de France. Pero ya sea de manera abierta y pública o de manera más o menos encubierta o incluso inconscientemente, todas estas figuras se convierten en cuñas que abren fisuras en la matriz que envolvía a la sociedad medieval.

En los protagonistas de estas fisuras, podemos observar como empieza el proceso de sobrevaloración de la Cultura Interior y la separación del grupo con la consiguiente disminución de la importancia de la Cultura Exterior; esa burbuja de realidad y razón de ser, que había acompañado al hombre desde sus orígenes en África haciéndole sentir que formaba parte de algo superior a su propia individualidad. Separándose del todo, ahora el hombre es capaz de empezar a objetivizar lo que le rodea e incluso su interior y también es capaz de empezar a sentirse devastadoramente solo y a buscar sustitutos a esa soledad que le vacía por dentro y por fuera.

Esto no significa que las personas inmersas en los cambios tuvieran conciencia de esas transformaciones en el mismo sentido en que podamos tenerlas hoy. Ni tenían esta conciencia, ni sus actos causaron grandes cambios. Estas personas son como virus que acaban de entrar en un organismos. Se sienten diferentes y quieren sobrevivir, pero no tienen ni la menor idea de las consecuencias que su infección provocará en el organismo que están infectando. No son más que pequeñas estructuras vivientes, buscando un lugar donde reproducirse e inyectar su ADN. Agentes libres buscando la organización que todavía no existe, para crear las Instituciones que sueñan.

Estas personas ya no se sienten como una pieza indiferenciada más en la creación global de Dios. Se ven a si mismos como una creación individual, que siente y se relaciona con Dios, de una manera diferente a la de su vecino. No pretenden arrogarse la capacidad de entrar en contacto o interpretar desde su individualidad la relación con Dios, este es un tema que corresponde únicamente a la Iglesia, más bien su visión es que Dios les ha concedido una sabiduría o capacidades diferentes, para que con estos dones puedan ayudar al cristianismo en su tarea redentora.

Estas personas empiezan a enfrentarse solas al mundo con el único apoyo del patrimonio que representaba su propio trabajo, sus conocimientos y sus pertenencias o dominios terrenales. Y la sociedad empieza a abrirles ventanas para que puedan expandir estas capacidades, pues coincide con un periodo de expansión económica, social y demográfica que requiere de estas nuevas figuras. O quizás, estas nuevas figuras son las que propician esta expansión. El caso es que en esta sociedad, empieza haber espacio para aventureros, caballeros errantes, poetas o trovadores, artistas, comerciantes y empresarios, militares de fortuna, obispos emprendedores, etc. Personas que no creen que su destino social esté grabado a fuego.

La supremacía de la identidad y la valoración de la privacidad es una característica del hombre moderno y como tal, oficialmente no empieza a surgir de forma mayoritaria hasta más o menos finales del S. XV. Estamos a inicios del segundo milenio y no hay espacio para concepciones del mundo y del hombre secularizadas, ni para la apología del hombre como ser autónomo. Repito que sólo podemos observar las semillas del cambio, cleavages. El grupo sigue siendo lo que aporta seguridad, efectiva y simbólica, en una existencia todavía frágil y caprichosa, en manos del señor, y el grupo, sigue siendo donde las personas encuentran las redes que les proporcionan soporte y la inmortalidad del recuerdo.

Pero algunos hombres, al individualizarse ya han descubierto que no son un miembro más de un estamento social. Pertenece indudablemente a un estamento social, pero ahora dentro de ese estamento, empiezan a reivindicar su pequeño espació de privacidad e individualidad. Quieren seguir formando parte del grupo y no conciben una existencia plena fuera del grupo. Desde su individualidad quieren relacionarse con el grupo para seguir gozando de su protección y del sentido que proporciona a la vida. Por lo tanto, desde su individualidad, han de aprender a relacionarse y ver que pueden aportar al grupo para que les acepte, a pesar del cambio que se ha operado en ellos. Antes por el mero hecho de ser, eran parte del grupo, ahora, al distanciarse han de mostrar al grupo que su presencia también puede ser importante. No sólo han de aprender a relacionarse con el grupo, sino que tienen que mostrar al grupo como relacionarse con el. Abrimos por lo tanto, una época donde lo importante será; no ya la pertenencia sino la relación.

Libros libres

Como ya hemos visto, donde mejor podemos observar este cambio es en la literatura, pues en cierta manera, la literatura es una especie de fósil del pensamiento inmaterial de otra época y, el elemento clave ahora en la literatura, será el libro. Una herramienta que no sólo ayudará a conectar desde la privacidad con consciencias parecidas. El libro y sobretodo su función como transmisor, más que como almacén de pensamientos, cambiará literalmente el cerebro de las personas.

JZ. Young en su obra Doubt and Certainty in Science: A biologist’s Reflections on the brain nos indica: «Para el cerebro medieval la formulación de afirmaciones verdaderas se basaba en el encaje de la experiencia sensorial en los símbolos de la religión. La tipografía cambió todo esto. Cuando los libros se convirtieron en un objeto de uso común, la gente pudo intercambiar observaciones más directamente, con un gran aumento en la exactitud y el contenido de la información transmitida«. Los libros permiten a los individuos que los leen, contrastar sus pensamientos y experiencias con los preceptos religiosos del momento, pero también les permiten aproximarse a los pensamientos y experiencias de cualquier otra persona individual de una manera privada. El acceso a la cultura y a la información, que hasta ese momento era oral, grupal y público, se convierte para algunas personas de Europa, en una experiencia íntima y privada, que une a dos conciencias y no a dos grupos.

Y esto, que puede parecer una banalidad, se ha demostrado que provocó una transformación de la estructura cerebral de las personas y permitió la emergencia de nuevos métodos y herramientas para organizar y transmitir la información y colateralmente, la conciencia que tenia el hombre y la mujer medieval de su posición en el grupo y en el global de la Ciudad de Dios. Jack Goody, en su obra The Domestication of the Savage Mind escribe que “no hace falta reflexionar mucho sobre el contenido de un libro para comprender la transformación que ha operado la comunicación escrita, no sólo en sentido mecánico, sino también en el cognoscitivo: lo que podemos hacer con nuestras mentes y lo que nuestras mentes pueden hacer con nosotros«. Según Jack Goody citada por Nicholass Carr las listas, tablas, formulas y recetas se volvieron moneda corriente en la Baja Edad Media gracias a la proliferación de los libros. Tales recursos literarios profundizaron aún más nuestro pensamiento, proporcionando formas de clasificar y explicar los fenómenos con precisión cada vez mayor.

A partir del siglo XI, vemos como no solo empiezan a existir picos en la línea global de la sociedad, la cultura, la economía y el conocimiento. El propio cerebro y sus capacidades cognitivas se están viendo alteradas. Hay unos grupos de personas que son simplemente diferentes. Ya no son hombres medievales, pues su cerebro y manera de pensar ha iniciado su propio proceso catalizador y ellos, simplemente por existir y vivir de una manera diferente, se convierten en fisuras en los muros del jardín medieval. No podemos ver estos cambios en el cerebro de estas personas, pues las ideas no dejan rastro físico, pero si que como hemos indicado podemos tener una buena aproximación a estos cambios, gracias a la obra de los artistas y, de entre los artistas, los elementos que nos permiten aproximarnos mejor a este cambio son los escritores.

«El cambio puesto de manifiesto en  la literatura no fue, simplemente un cambio limitado a la literatura. La particular sensibilidad de los escritores permitió que, como tropas avanzadas de la sociedad, por decirlo así, percibieran y dieran forma a cambios que se operaban en el ámbito más amplio de las sociedades a las que pertenecían, en la convivencia misma de las personas. De no haber sido así, no habrían encontrado lectores que les comprendieran y apreciaran. Estas formas literarias son, de hecho, índice de la lenta ascensión hacia un nuevo plano de conciencia que se observa en una serie de sociedades» explica Norbert Elias.

Una manera de Relacionarse

El universo, la luna, el sol y el cielo de la época medieval son prácticamente idénticos a los que podemos observar ahora. Es cierto que la naturaleza ha sido mucho más domesticada y, en algunas partes, hemos conseguido extinguirla, o contaminarla, pero un roble de la Edad Media es idéntico a un roble actual, y un perro del s XII puede ser idéntico a un perro actual, al igual que una sardina o una golondrina y el mar medieval es casi igual que el mar actual y la geología es básicamente la misma y el clima también. Desde mucho antes del hombre medieval, hasta nuestros días, nada ha cambiado de forma notoria en eso que podríamos denominar nuestro medio ambiente, incluso nuestra estructura biológica es idéntica.

Entonces, si todo es idéntico, ¿por qué toda nuestra sociedad es tan diferente?.

La razón de esta diferencia es que hemos cambiado la forma de la convivencia humana; nuestra Cultura, la forma en que la Cultura Interior y la Cultura Exterior definen al individuo y como interpretamos aquello que la Cultura no parece capaz de responder es lo que nos hace diferentes.

Tendemos a minusvalorar todo aquello que no sea físico y palpable, o como mínimo, que no esté relacionado con la economía, pero lo cierto es que los cambios culturales son mucho más importantes que los cambios físicos o económicos. La cultura cambió y con este cambio, cambió la conformación de nuestra manera de pensar y las funciones psíquicas del ser humano.

El medio ambiente del s.XII era el mismo que el del s.X, pero para algunas personas, estaban apareciendo nuevas capas de  significado sobre la realidad aparente y ya dada, y estos nuevos significados afectaban todos los aspectos de la sociedad, desde la estructura social, a las emociones, pasando por la economía, la fe, la concepciones de la naturaleza y de la propia persona, el poder, el valor de la vida, el conocimiento, la manera de vivir.

Lo que caracteriza y hace diferentes a las organizaciones socio-culturales de cualquier otro tipo de sistema, es su habilidad para renegociar la representación que se hacen de su propio universo, creando un imaginario colectivo que pueda ser compartido, la Cultura. Sin que exista un cambio medio-ambiental o del ecosistema, simplemente por la gestión de la información de que disponen, las sociedades pueden alterar la representación que de su universo realizan ellos mismos. Si el Pacto Canónico que sustenta esa sociedad es lo suficientemente flexible, quizás consiga englobar y acomodar las diferentes re-interpretaciones que se están haciendo del Universo. Cuando el Pacto Canónico no puede dar respuesta, la sociedad ha de crear otro acuerdo que les permita seguir siendo una sociedad.

En el siglo XII, el Pacto Canónico no está en peligro y por lo tanto, lo que se busca es como acomodar los cambios al actual Acuerdo Canónico. Se pretende ampliar la cultura, para que de respuesta a las nuevas percepciones y necesidades del individuo que emerge. Un individuo que desde su privacidad sea capaz de relacionarse con el grupo, y del que emerjan soluciones e imágenes universales que beneficien al grupo.

Pero el altruismo no es algo intrínseco a todos los hombres y en unos tiempos tan difíciles como la baja Edad Media en Europa, las incursiones en la privacidad y la autoconciencia, empezaron a gestar una nueva manera de relacionarse no prevista, en la que lo que movía la relación no era el interés del grupo, sino el interés de la aportación al grupo.

Lo que aportas, tienes o eres es lo que determina el valor de tus relaciones y el mayor o menor interés que el grupo tendrá en tu bienestar. Los grandes grupos empiezan a morir disgregados y las personas, separadas de sus grupos, tendrán que empezar a aprender a sobre-vivir.