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Persona y Sociedad – 14

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13 – Hace mucho, mucho tiempo

 

El inicio del siglo XX fue la época de oro de las meta-instituciones. No porque ellas alcanzasen su perfección estructural, sino porque la gente realmente creía en estas instituciones como la solución a los problemas de la sociedad industrial.

El sueño duró poco.

El éxito de la política instrumental de las meta-instituciones llevó a la sociedad occidental a un progreso económico y tecnológico nunca visto, pero al mismo tiempo metió a la sociedad en un «cul-de-sac» de recursos agotados y emociones reprimidas tan fácil de manipular y explosivo que precipitó las Guerras Mundiales.

Aunque con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial ya habían existido fuertes críticas a las meta-instituciones, es con posterioridad a estos eventos y sobretodo en el campo de la economía y la filosofía donde la percepción impecable e ingenua de las meta-instituciones empezó a hacer aguas más rápidamente. Se criticó abiertamente uso excesivo de la razón instrumental y la excesiva burocratización y control que las nuevas instituciones ejercían en todos los ámbitos. Y muchas personas empezaron a exponer la imposibilidad de vivir en un mundo controlado solo por instituciones inhumanas con ideologías dogmáticas, férreos partidos políticos, grandes y poco transparentes organizaciones mundiales, Estados Nación en lucha constante, multinacionales sin escrúpulos, cerrados oligopolios, gigantescas administraciones públicas pautando la vida, etc.

Pero no había otra opción salvo volver al tiempo anterior a las meta-instituciones; lo cual era imposible en una sociedad tan grande y compleja. Así que, a pesar de la evidencia de la inhumanidad de las políticas instrumentales de las meta-instituciones, estas continuaron haciendo su trabajo y aumentando de tamaño y poder. Asumiendo el control de más y más aspectos de la sociedad, transformando más y más características humanas en números y convirtiendo más y más partes de nuestro planeta tierra en meros recursos. Y si alguien no quería someterse a esta situación era libre de apuntarse a una comuna e irse a vivir a la selva… mientras no molestase.

El lema de las meta-instituciones podríamos resumirlo en algo como:

Si no puedes indexarlo, no existe.
Si puedes indexarlo, rentabilízalo


Para contrarrestar el enorme poder analítico de las meta-instituciones y su gran capacidad predadora de los recursos era necesario encontrar algo que pudiese complementar o ejecutar las mismas tareas que nuestra sociedad necesitaba, pero con un control más humano y más sensible a las necesidades del pueblo. Es decir, era necesario encontrar alguna manera de gestionar y utilizar los datos relacionados con las emociones y la manera de ser humana de forma parecida a como se gestionaban los datos puramente instrumentales.


Esto, todavía hoy, es casi imposible. Por ejemplo, un funcionario puede administrar miles de multas de tráfico y acceder con un par de clics a millones de datos instrumentales de cada destinatario de una multa de tráfico. El funcionario puede conocer perfectamente la situación instrumental de millones de personas. Pero es imposible para el mismo funcionario conocer humanamente a los destinatarios de esas multas. Ni puede ni quiere saber cómo son esas personas, ni como les afectará personalmente esa multa de tráfico. Es un tipo de información que simplemente no se recoge.
Socialmente nuestra capacidad para actuar en base al conocimiento instrumental es infinitamente superior que nuestra capacidad para actuar de base al conocimiento no-racional.

Aquí es donde, a pesar de los riesgos, las instituciones de cuarto nivel se convierten en una herramienta muy útil, ya que amplifican las capacidades humanas relacionadas con la inteligencia emocional permitiendo a personas muy diferentes conectarse y trabajar juntos para satisfacer unas necesidades específicas sin demasiados intermediarios.

El poder del futuro no puede quedar en manos de personas especiales o castas de personas, sino en millones de personas, todas únicas, trabajando selectiva y coordinadamente.

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14 – El precipicio, ¿delante o detrás?

¿Y qué ocurre si no conseguimos hacer el salto al próximo nivel institucional?
No es el primer caso en nuestra historia en el que a una sociedad, cuando la crisis le empuja hacia el siguiente nivel institucional, colapsa y retrocede a un modelo institucional más simple; el caso más conocido es Roma.

Roma pasó con éxito de una sociedad basada en las instituciones de primer nivel típicas de una cultural oral; la República, a una sociedad basada en las instituciones de segundo nivel; la Roma Imperial. Esta nueva estructura institucional permitió que Roma se expandiese fácilmente. Pero en la época del emperador Diocleciano, la crisis estalló. El imperio era demasiado grande y demasiado complejo y los enemigos demasiado poderosos para una sociedad gestionada con instituciones de segundo nivel. Era el momento para crear meta-instituciones y así poder hacer frente al creciente tamaño y complejidad de la estructura institucional que el Imperio utilizaba.

En lugar de avanzar hacia el tercer nivel institucional y crear un Estado Nación con un sistema de gobierno que pudiese crear leyes para iniciar el desplazamiento del poder desde las personas hacia las instituciones, Diocleciano dividió el imperio. Ya que era humanamente imposible controlar tan gran imperio, Diocleciano opto por reducir el tamaño del problema. Repartiendo el poder, teóricamente se reducía la complejidad y era más fácil el manejo. De este modo Diocleciano creía que sería posible gestionar Roma con las típicas instituciones de segundo nivel, es decir con personas gobernando en lugar de instituciones. Diocleciano ideó un sistema que asegurase que los mejores hombres para el trabajo (típico de L-1i), ascendiesen al trono (entorno L-2i) y no intentó crear las meta-instituciones (L-3i) de un Estado moderno.

220px-Istanbul_-_Museo_archeol._-_Diocleziano_(284-305_d.C.)_-_Foto_G._Dall'Orto_28-5-2006Se retraso o impidió así la conversión de la Roma Imperial a un proto-estado nación en vías de industrialización. Acto que le hubiese permitido disponer de nuevas herramientas tecnológicas y administrativas para enfrentarse a las amenazas económicas y militares que ponía en peligro a la propia existencia de Roma. Al final Roma colapsó y Europa retrocedió a una sociedad con Instituciones de nivel cero o nivel uno, dependiendo de las zonas, y con rastros de las Instituciones de segundo nivel desperdigados y aislados en pequeños núcleos.

Si la sociedad actual no es capaz de evolucionar hacia las instituciones de cuarto nivel y tampoco es capaz de parar su crecimiento y el aporte de información y cambios tecnológicos que sufre; inevitablemente colapsará como Roma y posiblemente volveremos a una versión digital de la sociedad de inicios de la revolución industrial. Una élite explotando a una gran masa de población que vivirá sin derechos laborales ni beneficios sociales, trabajando para poder sobrevivir un día más, en un mundo con sus recursos puestos al servició de las grandes empresas y las naciones estado.