8 – Volvamos al comentario inicial sobre las personas
Toda persona es como mínimo la suma de su Cultura Interior, su Cultura Exterior y las Relaciones Sociales en las que participa.
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Cultura Interior: La memoria del propio pasado que la persona tiene surge de la sociedad en la que la persona nace y se educa. Debido a que la sociedad son sus instituciones, la Cultura Interior de la persona son las instituciones del pasado.
- Cultura Exterior: Lo que una persona puede aspirar a ser o hacer viene determinado por las posibilidades que su sociedad le ofrece o le niega. Y las posibilidades que hay en una sociedad vienen determinadas por sus instituciones. La Cultura Exterior de la persona, como piensa y planifica su futuro, son las instituciones del presente.
Por lo tanto, las personas no sólo generan instituciones, son en gran medida en su manera de recordarse, definirse y pensarse; instituciones. Como tales su visión del mundo, su auto-conciencia, su ética y sus valores estarán constreñidos por el tipo de instituciones que son. Y las instituciones no son más que normas, relatos, historias, cuentos.
Desde que los seres humanos empezaron a vivir en grupos, su manera de ser y pensar se modeló con los relatos y los cuentos que las personas se contaban, en un idioma concreto, dentro de una cultura determinada y en un momento social y temporal definido.
Las personas piensan, es decir, son, como las instituciones les permiten ser, porque son parte inseparable del sistema institucional. Elimina las instituciones y no tendrás personas sino animales. Inserta un recién nacido en una u otra cultura y tendrás una u otra persona. Observa una actuación y su ética dependerá del marco institucional del momento. La persona y las instituciones forman un todo. No hay instituciones sin personas, ni obviamente personas de una cultura sin instituciones. En consecuencia, el nivel Institucional lo contamina todo en una sociedad, desde la manera de pensar la ciencia, al concepto de familia y desde el arte a la economía pasando por la religión o el patriotismo.
Somos lo que hemos creado y hemos creado lo que somos. Y por lo tanto conceptos como la visión del mundo, la auto-conciencia, la ética y los valores están limitados por el tipo y la cantidad de instituciones en las que participamos como personas.
Con los meta-instituciones todo esto se acentúa. Las meta-instituciones son tan eficaces en la gestión de la sociedad que hemos dejado todo, por así decirlo, en sus manos. Ya no participamos. Ofrecemos servidumbre voluntaria a cambio de seguridad y previsibilidad. Renunciamos a la responsabilidad y a la libertad de acción aunque intentemos mantener la ficción de que todavía las personas controlan el curso de la sociedad.
Pero tampoco somos tan esclavos de las instituciones como el texto anterior puede dar a entender. El tercer componente de la definición de persona es lo que aun mantiene nuestra humanidad; la red de Relaciones Sociales en las que una persona participa. Todo el determinismo institucional, choca contra la genética humana y con esas formas emocionales, no racionales, que los seres humanos utilizamos para relacionarnos; el amor, la amistad, la empatía. Aquí, en las emociones, es donde nos jugamos la humanidad; el ser algo más que seres humanos, el poder ser personas.
9 – (Cultura Interior + Cultura Exterior) x Las Relaciones
Dijimos al principio que los seres humanos, cuando se comunican, obtienen información racional y emocional. Procesando esta información las personas consiguen un tipo de conocimiento sobre los demás y sobre sí mismos que es útil para establecer vínculos de confianza y vivir en grupo.
Luego vimos cómo al socializar las personas creamos las instituciones para que nos ayudasen a amplificar nuestra inteligencia instrumental y así poder gestionar una sociedad grande y compleja. En este aspecto tuvimos un gran éxito. Pero no fuimos capaces de trasladar este éxito en la gestión a la gestión de la información emocional. Básicamente tenemos la misma capacidad de gestión emocional hoy en día que hace miles de años. A nivel racional hemos avanzado muchísimo frente a nuestros antepasados, pero a nivel emocional, en general, no vemos una mejora tan grande, incluso en algunos casos, somos idénticos a nuestros antepasados.
Así que al civilizarnos la relación emocional con la gente y el entorno se fue debilitando. A medida que los seres humanos evolucionábamos, cada vez teníamos más facilidad para adquirir información racional y aprendíamos a vivir en grupos más y más grandes, pero no aprendíamos a gestionar la información emocional a la misma velocidad, seguíamos dependiendo de la proximidad de las otras personas para expresar nuestras emociones. Nuestro cerebro se moldeaba para comprender racionalmente el mundo y pensar en millones de personas pero a nuestro cerebro le seguía siendo muy difícil empatizar con alguien desconocido. Descubríamos el mundo y creábamos imperios pero nuestras emociones seguían viviendo en la familia; el pequeño grupo.
Hasta llegar al punto en la evolución de la humanidad en que se volvió realmente difícil conseguir un conocimiento real acerca de la gente pues prácticamente toda la información a la que podíamos acceder, debido al enorme tamaño de los grupos sociales, era instrumental. Cuando el grupo se convirtió en algo demasiado grande para poder ser conocido, las instituciones tuvieron que evolucionar para crear substitutos emocionales y de gestión de los grandes grupos. Se crearon las Meta-instituciones. Abrimos la época moderna de los seres humanos: estados, constituciones, ideologías, mercados, organismos internacionales, finanzas, partidos políticos, etc, se adueñaron de la sociedad.
Con la creación de las meta-instituciones nuestra cultura se convierte ya plenamente en instrumental y las personas, sin conocimiento emocional de las otras personas, nos situamos a un paso de convertirnos también en instituciones; números y normas. ¿Somos ya meros servidores del sistema?.
No, todavía no hemos dado este último paso gracias a la tercera componente que hemos apuntado en la definición; el contacto humano; la red de contactos sociales en la que vivimos. Por muy fuerte que sea el marco institucional que condiciona nuestra vida, rompemos el determinismo institucional al ejercer de humanos: cuando nos besamos, con las risas o con la agresividad, con un abrazo, con una caricia o con el sexo, con los sentimientos y las emociones que otra persona nos despierta, al saludar a un amigo, con el juego y su rivalidad, con el comer y el beber en compañía de amigos, con el arte, con el canto o escuchando cantar, paseando por la naturaleza, haciendo deporte, cuando nos sentimos a nosotros observando la naturaleza, el mar, el viento, el sol etc. Cuando conectamos con otra persona o con nosotros mismos y sentimos emoción en el contacto es cuando recuperamos la libertad. Entonces algo fluye entre nosotros que no es posible racionalizar.
Esta recuperación de la libertad es importante no solo porque nos hacer sentir bien. Hay una razón más prosaica pero igual de importante; sin instituciones es más fácil poder observar el sistema. Poder observar la sociedad como un objeto ajeno nos permite ser críticos con sus defectos y valorar sus virtudes, que en gran parte son también nuestros defectos y nuestras virtudes. Cuanto más críticos y compensados seamos nosotros más humanidad podremos aplicar a la gestión in-humana de nuestra sociedad y eliminar o reducir todas esas instituciones inútiles que absorben recursos y limitan la libertad de las personas o que nos obligan a ver la realidad de una única manera.
Por ejemplo: imaginemos una escena con soldados de la Primera Guerra Mundial en largas trincheras luchando sin piedad. La información racional que las instituciones proporcionan a los soldados les indica quien es el enemigo: una bandera, un vestido, unas tiras de color en la chaqueta. Son objetos fáciles de identificar y asociar con el enemigo; con el peligro. Este es el conocimiento de que disponen los soldados. Pero sucede algo (por ejemplo es Navidad) y sucede también que se ponen a cantar. Al oírse y acercarse lo suficiente, su canal emocional que hasta ese momento no participaba del conocimiento que tenía los soldados unos de otros, empieza a recibir información. Un nuevo conocimiento se forma en las mentes de los soldados. Con conocimiento es posible escapar al determinismo institucional y ver la guerra de manera diferente. Fuera del marco institucional se pueden adoptar otros puntos de vista. Frente a ellos, los soldados ahora no son vestidos, banderas, o galones enemigos sino personas. Su realidad se vuelve mucho más compleja. Hay mucha más información pero también mucha más libertad para decidir si esas personas son o no un enemigo a combatir. El soldado deja de ser un servidor de la institución y es un poco más libre.
Lo mismo puede ocurrir con los miembros de un jurado. Si escuchan un discurso que les haga sentir empatía con el acusado, ponerse en su piel, entonces quizás consideran que la ley no es aplicable a su caso. Ocurre también cuando una sociedad racionalmente decide cortar la ayuda económica a un país con problemas y por obra de una fotografía impactante sobre la situación del país o gracias al relato de un superviviente, la gente voluntariamente decide ayudar. O con unos empresarios que llevan meses peleándose por un contrato y fruto de un chiste se ponen a reír y acaban llegando a un rápido acuerdo con un apretón de manos. O con la persona angustiada por algún problema que para salir del bloqueo se va a dar un paseo por el bosque o por la playa y simplemente por el mero hecho de caminar se reencuentra consigo mismo y ve mejor la situación.
Nos comportamos, actuamos y pensamos como las instituciones nos indican que debemos hacerlo, pero somos humanos y una sola emoción puede romper décadas de determinismo.
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- Introducción
- Proemio
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