Cuando el «yo» es indistinguible del «nosotros» -como es el caso del ser humano primitivo- sólo existe el «nosotros«, porque el «nosotros» es tan limitado, como uno mismo.
A medida que el «nosotros» se amplía, -como es el caso del ser humano actual- el «yo» va adquiriendo profundidad y riqueza, hasta ser tan grande como el «nosotros«.